miércoles, 25 de noviembre de 2009

un momento convertido en sueño

He soñado que llevabas una falda de colores. Una falda con franjas verde, azul, violeta y blanco. Tenías puestos unos aretes de plata y un collar de piedras lila. En tu mano derecha algunas otras alhajas.

He soñado que tu falda coqueteaba frente a mis ojos. Se movía al ritmo de tus piernas bajando las escaleras de una casa con un altar thailandés y una piscina con pescados japoneses. Eras como un cuadro pintado sobre una tela asiática. Con dos elefantes alrededor y algunos morrones de colores vivos por detrás.

Eras arte.

Bajaste la escalera de aquella casa decorada de silencio y aroma a jazmín. Sonreíste pensando que te gustaba aquella casa. Dijiste: "siempre queremos más".
Mirabas los árboles con devoción, y deleitabas mi oído con tu voz. Tu voz...
No lo imaginaste, no lo intuiste, no lo sospechaste.

Yo lo soñé.

Soñé que dentro de tu auto, al borde de un camino estrecho frente a un cañon profundo desde donde veíamos la ciudad mi mano se deslizaba bajo tu falda de colores verde, azul, violeta y blanco. Y tus ojos ya no pretendían más, solo exalaban arte. Mientras tu cuerpo se contorneaba al ritmo de la música del mundo.

Mad World

martes, 24 de noviembre de 2009

Historia del reloj.

Reloj I.

El pueblo era como una siesta de domingo, jamás sucedía nada. Todo era calma, quietud y silencio. El aburrimiento parecía ser la norma, pero no lo era. Cada uno encontraba diversión a su manera. La más aceptada socialmente era ir a misa de ocho de la noche y luego a la discoteca del club social frente a la plaza.

Yo pertenecía a la clase de antisociales que no encontraba diversión ni en una ni en otra opción. Así que me sentaba en el banco de la plaza frente a la Iglesia a tomar vino con tres o cuatros amigos que jugaban a ser artesanos. En realidad, solamente soñábamos con huir de allí. Y que mejor forma de escape que ser diferente al resto.

Teníamos tres cosas en comunes: la rebeldía, la juventud y la libertad. La primera nos había costado cara. La segunda, se nos había dado gratis y la tercera había que conquistarla todos los días. Conjugadas las tres el resultado era: un montón de vagos al pedo. El pueblo no entendía de nuestros sueños, tampoco de nuestras reivindicaciones.

Era un pueblo típico de herencia española, fundado por mal vivientes venidos de Málaga. Así que se nos denominó malagatos, y por deformación quedó como maragatos. Tenía una estación de tren con un roble enfrente, una plaza céntrica y cuatro de barrio, sus calles pobladas de árboles daban un olor característico y una alergia a los ojos en otoño que detestaba con toda el alma. El asfalto por ese entonces era escaso, así que la mayoría de sus calles eran a pura tierra y sin saneamiento. Pero el pueblo tenía un gran orgullo llamado Iglesia. Y la Iglesia dos torres que se veían de cualquier parte de las rutas circundantes.

Era conmovedor para un “mal a gato” perdón, maragato, venir desde la capital y ver cuando aparecía entre las cuchillas de la ruta 3 las torres erguidas y terminadas en punta. Pero lo más sobresaliente del orgullo no era la Iglesia ni las torres, sino el reloj.
Un reloj inmenso, potente, artístico puesto allí por la fuerza de muchos hombres exactamente en la torre izquierda de la catedral. Este reloj tenía una historia que nunca supimos si fue inventada o fue real.

Cuando la importancia de un pueblo no pasa por grandes acontecimientos como una batalla o la fundación de un puerto, las leyendas aparecen de la nada; nacen de la imaginación como una pequeña semillita anónima, luego se trasmite en forma oral, crecen y vuelan de generación en generación hasta convertirse en historia. Entonces el pueblo, adquiere importancia.

Se decía que aquella joya de la artesanía del tic-tac había sido enviado desde algún lugar de Europa rumbo a la capital de Costa Rica, y por una confusión lo dejaron en otro pueblo que llevaba el mismo nombre, o sea en mi pueblo. Cuando llegó allí, los primeros pobladores que no tenían hábito de ser muy honestos, decidieron quedárselo. El orgullo de haberlo retenido y haber luchado contra las autoridades costarricense que reclamaban su reloj, convirtió a los “mal a gatos” en valientes, aguerridos y luchadores por lo que querían, aunque no fuese de su propiedad.

He aquí, que el reloj a parte de ser bello, tocaba las campanas a cada hora.
Una....una campanada
Dos...dos campanadas
Tres...tres campanadas
Cuando eran las doce, era una fiesta escuchar desde el campo las campanas de la Iglesia. Parecía que todos los días al mediodía y a la medianoche se movía el cielo.


Yo había nacido en aquel lugar, al igual que mis amigos, por lo tanto el reloj era parte de nuestra cotidianidad y de alguna manera nos marcaba el alma. Cada uno de nosotros al crecer, dejó el pueblo y tomó otros rumbos. Uno se fue a Brasil y se convirtió en pescador en Bahía de Todos los Santos, el otro civilizadamente se casó tuvo hijos y se hizo cajero de un banco extranjero en la capital, el Rosamel se hizo artesano de verdad y se fue a trabajar huesos al amazonas; yo, seguí siendo “rara” y me enamoré de una mujer casada que vivía muy lejos del pueblo del reloj.

(Esta es una serie en algún momento vendrá la historia del reloj II)

domingo, 22 de noviembre de 2009

Urgando en la memoria.

Alta. Flaca. Elegante modelo a los 25. Política agringada a los 40.
Intento de reportera por tener cara bonita en tu país de origen a los 29. Intento de millonaria por casarte con un productor de Hollywood a los 42.
Ingles sin acento. Imagen de un catalogo para mujeres maduras.
Te miro y me deslumbran tus ojos negros y tu nuca modelo Dior.

Extiendes tu mano, y observo tu sonrisa decepcionada y tus ojos asombrados de verme bajar de mi bicicleta verde, en lugar de un BMW Z3.
- Pero si vives en Bervely Hills ¿cómo es posible que no manejes?
- Soy ecologista - respondo segura de mis convicciones. En realidad no voy a decirte que no tengo licencia de conducir. Y que encima, ¡en mi puta vida intente aprender a manejar!

Siete de la tarde y te disculpas por la tardanza, la reunión estaba agendada para las 6.30. Te molesta mi comentario irónico de preguntar, si habías adoptado el horario latino para tus reuniones de negocio. Me presentas cinco maniquís sacados de escaparates yupis con distintivo demócratas en la solapa de sus trajes. Intento no dormirme en la reunión y poner cara interesada en el tema. Los asuntos políticos del primer mundo, son el futuro de nuestra raza. Por lo tanto, una buena latina debe estar inmiscuida en las elecciones presidenciales del regidor del mundo. A como de lugar, tus ojos evaden los míos, no sea que te quiera distraer de la agenda.

Nueve de la noche. Al fin acaba el tormento de escuchar la logística para el evento por el voto latino. Caminamos hacia tu auto, y con mucho nerviosismo pides disculpas por tu estrés y por tus arrebatos de cólera durante la reunión. Sientes que la imagen se ha visto dañada por las emociones del cansancio y la urgencia del evento. Comienza mi estudio analítico de tu persona:
Formal. Fría. Distante. Una cerveza y la informalidad, la risa y la cercanía, se harán parte de la realidad.
Me invitas a cenar. Y poco me importa que tu auto sea un Mercedes 2004.
Lo que me importa, es saber que tan feliz eres en la cama.

(Escrito en un Foro por el 2004)

sábado, 21 de noviembre de 2009

Describir el color azul y lo que veo.

Los rectángulos espejados del salón azul daban vueltas en su cabeza. Uno al lado del otro sobreponían sus formas dentro de una mente conformada por neuronas en estado alterado. Líneas rectas, perpendiculares, paralelas se transformaban en curvas, hipérboles y cilindros que no dejaban de ser sólo espejos rectangulares sobre una pared azul.
Al decir de Castaneda, “La realidad aparte” ganaba territorio a “La realidad ordinaria”.

Marissa bailaba con Imanjá en “Espejismo”.
Diosa de los pescadores Bahíanos dando vueltas en su vestido color mar. Pelo suelto negro y ojos brillantes invitándole a danzar. Indicaba el paraíso ansiado, la búsqueda del nirvana había concluido una noche de sábado en un burdel de mala muerte de la calle Jackson al 1100. Marissa tomando la mano de Imanjá deshojando la soledad en una sonrisa de mujer divina.
- Es idéntica a la estampita que me regaló la vecina –pensó extasiada de placer-
¡Es la misma mujer que soñé la otra noche!
Recordó su vagina mojada por el placer al despertar de la mañana siguiente.
Desde ese momento comenzó una lucha desaforada por encontrar el camino a su sueño.
Buscaba el rostro iluminado de la virgen en la universidad, en los café que frecuentaban sus amigos intelectuales, en las pinturas del museo de Bellas Artes, en las revistas, en los catálogos de perfumes, en los almanaques y hasta en el internet. Hasta ese momento, no había podido alcanzar la visión de tenerle frente a sus ojos.
La imagen era perfecta, Imanja parada frente a ella, nítidamente los colores brillaban, los movimientos eran grabados en cámara lenta para que Marissa pudiera observar cada punto en el orden exacto de las líneas del cuerpo. Imanja invitándole a danzar. La gente desapareció del lugar al tiempo que su piel estremecida de a poco se iba metiendo en el cuerpo de la imagen. Mujer y virgen en una intimidad real, tan real, como los sonidos del salón azul.
Marissa reía, su mundo era solo esa vaga idea de alcanzar el sueño. Lo demás, era apariencia. Poco importaba el precio a pagar por unos minutos de orgasmos visuales.
Cuatro horas antes estaba en su apartamento llorando por el amor perdido, increíblemente había aceptado ir a bailar con su mejor amigo. Dejarse llevar por la invitación fue su decisión más acertada, las sorpresas aparecen en los lugares menos indicados.
-¡ Encontrar a mi virgen en un burdel de mala muerte!-sintió reverencia y dudó si no estaría cometiendo un sacrilegio.

Por un segundo Imanjá desapareció de su campo visual, Maritssa angustiada corrió a buscarle al baño, a la ropería, a la barra...
Alguien tocó su hombro:
-Che, loca rajemos, llamaron a la cana. – y miró a su amigo con la cara desfigurada del susto.
-Pera che! Que mambo te hiciste! Si no pasa nada. No me cortes la historia. Estoy buscando a la virgen...digo a una chica.




Pero no le queda otra opción que seguirle, antes que le arrastre hacia la puerta.
A pesar de no sentir el más mínimo deseo en irse sabe que la realidad es otra.
La madrugada fría golpea en su cara y el contraste de temperatura en la piel hace agitar los pensamientos de Maritssa. Quien comienza un nuevo viaje sin rumbo fijo.

-Donde vamos Fabi?
-A tu casa. Esto no da para más. Ya se terminó el sábado.
-Pera, necesito agarrarme de algo – y se le da vuelta el paisaje.
Paremos en ésta esquina. Ahí,en el muro ese que está ahí. Donde esta la pintada,¿lo ves? – señala con su mano derecha un muro blanco pintado con letras azules.

Maritssa y Fabi bajan del auto, justo en la esquina del bar. ¨Cuba Libre¨ se lee en el muro,y sus manos como garras aferradas a la vida se prenden de lo bloques pintados. Sin saber diferenciar si el cartel,se refiere a la liberación de un país o al nombre de un trago Maritssa comienza un monólogo típico de filósofo de barrio o borracho de sábado:

-Necesito agarrarme de algo frío que me diga que estoy viva. Lo caliente me deja sin saber quien soy. Y si no sé quien soy, es porque estoy comenzando a morir. El límite entre lo que es y lo que aparenta ser es un hilo muy frágil de la realidad.
Todo es apariencia viejo!- le grita a Faby que solo arma un cigarro de tabaco rubio- mirá, la Maga andaba por las calles de París, y Cortazar la encontró y la hizo real, pero la maga ya existía, así como yo encontré a Imanjá esta noche.¿Vos te crees que nosotros descubrimos a la Virgen en un bar? La Virgen estaba ahí, solo que nosotros decidimos salir de casa con la idea de ir a bailar. Y encontramos la mujer que soñé el otro día, la misma virgen que viste hoy. Yo sé que supuestamente las vírgenes solamente se encuentran en las Iglesias, pero no es así. Y que además uno no debe exitarse con una Virgen, lo sagrado no tiene sexo. ¡Pero ya viste que bonita está! Solamente un muerto no puede exitarse con ella.
Me invitó a bailar y estaba igualita como la soñé el otro día. La mismita virgen que tengo en estampita, mira- y muestra una billetera de cuero negro- acá está, abrí y búscala vas a ver que es igual. Ya estamos en la mitad de la vida Fabi,, acordate que Dante lo dijo en la Divina Comedia, tenía treinta y tres años y dijo que estaba en la mitad de la vida. Después, todo es bajada. Vamos caminando a casa. Si me subo al auto me vomito toda.


Faby asegura el automóvil y continúan camino a pie.
Los dos amigos caminan lento, conocen el lugar y necesitan disfrutar la caminata antes de llegar. Solamente cinco cuadras hacia el norte y luego dos a la derecha será el recorrido final de la noche.







-Flaco, este camino no va a casa- asegura Marissa mientras da vuelta su cabeza en señal de negación.
-No embromes, ¡conozco el camino de memoria!
-Eso es lo que vos crees,¡ pero yo te aseguro que estamos perdidos!
Los árboles no son los mismos de siempre, los carteles no tienen el mismo polvo de todos los días, la casa no siempre está en el mismo lugar. Porque la casa está en un edificio, y el edificio sobre la tierra, y la tierra aunque no hay temblores se desgasta y no siempre está quieta en el mismo lugar. El punto es, no es el camino a casa. Estamos perdidos vamos a doblar acá a la izquierda.
Y Fabi la sigue con tal de no soportar el monólogo de ubicación y determinismo geográfico,con tal de llegar lo antes posible.

-Te dije que la Maga andaba por las calles de París, y que Cortazar no inventó nada, la maga ya existía. La cuestión es que nadie inventa nada, y nadie encuentra nada todo está ahí listo para tomarlo. Yo estoy perdida, y vos estas perdido. No conozco esté lugar.¿Le habrá pasado lo mismo a la Maga en París?¿ Se habrá perdido en la calle? La que sí se perdió fue Imanjá. Fijáte, ¡ venir a encontrarla en un bar de cuarta en lugar de verla en una Iglesia! ¡Una virgen bailando en medio de maricas, prostitutas y lesbianas! No tiene mucho sentido ¿verdad? Aunque nosotros nos vamos casi a la Iglesia, seguramente por eso nos estaba esperando en el bar.
Doblemos a la izquierda. Te digo, que estamos perdidos. No tiene sentido nuestra existencia. Nada de lo que vemos es real. Yo no se ni para donde voy y vos menos. Siete días a la semana trabajando en lo que sale, leyendo un montón de tonterías y creyéndonos poetas por escribir cuatro bobadas en una servilletas de bar. Litros y litros de cerveza en el hígado. Para ser intelectos, además de leer mucho hay que ser ebrio. Pagar una renta entre cuatro para vivir en la ciudad de los artistas, y soñar con Europa. Vaga existencia la nuestra. Es una búsqueda de ir a ninguna parte. Nos ves, estamos en el mismo lugar de donde partimos. Ahí ves, Fabi ¿qué mierda dice el cartel ese pintado de azul?

-Puta madre flaca, ¡me hiciste perder! Terminamos en el mismo lugar en que estábamos. “ Espejismo” dice el cartel. No puedo creerlo. Volvimos a mismo lugar de partida.
En mi vida vuelvo a fumar marihuana con vos. ¡Qué mal viaje! Me voy. Te veo mañana en el café, si es que llegas a tu casa.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Un día escribí esto:

"Un día , el amor llego hasta una casa que tenía la puerta entornada. Ni muy abierta ni muy cerrada. Era una casa humilde, con algunos detalles a mejorar, pintada de un color que atraía su deseo a conocer casa rincón de la morada. El visitante no sabía si la medida era la exacta para entrar al recinto de una nueva casa. A pesar de tener espacio para entrar sin permiso, decidió llamar a la puerta.

El amor fue recibido con hospitalidad."


.....

Y hoy le agrego:

En cuanto llegó el Amor dijo: "Un día voy a irme".
De igual modo se le permitió la entrada.

Cuando el visitante consideró que su estadía debía llegar a término, se marchó bien lejos de la casa, tan lejos que olvidó el camino de retorno. Sin embargo su prescencia quedó impregnada en las paredes, el techo, las ventanas.

Tan impregnada estaba de él aquella casa que la partida del Amor no fue notada.

amanecer

Afuera, cantan los pájaros. Revolotean los colibríes por entre los malvones de mi jardín, el gato da brincos sobre el sofá de la sala. Despiertas. Y en tu sonrisa despierta el mundo entero: colibríes, malvones, gato.

Desatan sus voces las campanas de la iglesia reverenciando tu nombre a la mañana; bajan ángeles de las colinas a bendecir tu vientre, como si fueses a concebir sin haber sido fecundada.
Nace el día sobre tu cuerpo.

Y es que el sol, envidioso de mis dedos, ha dejado su semilla en ti.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

del deseo

Deseo
volver a verte
corriendo descalza
sonriendo al sol,
por el pasto de aquel parque
que nos viera leer juntas,
mientras aquel regalito de hojas
del árbol que nos daba sombra
caía entre tu cuerpo, mi cuerpo y el libro
que me leías; ese libro
que olvidaste en mi antigua casa
luego de que te hiciera el amor
en aquel domingo,
después
de nuestro paseo por el parque
donde entonces te viera
corriendo descalza y
sonriendo al sol.

martes, 17 de noviembre de 2009

del amor

Digo Amor, y digo abrigo. Sobretodo negro, paraguas bajo la lluvia. Digo tu figura esbelta, mi brazo y tu abrazo a mi cintura. Una calle en el invierno del sur, y aquel tonto que nos gritó por lo bajo “tortilleras”; como si dos mujeres abrazadas fuesen una agravio a los ojos de su mundo.

Digo Amor y me recuerdo tu bufanda fucsia camino al mercado, devorando con tus ojos grandes cada milímetro de ese pueblo desconocido. Pisabas las mismas baldosas que por años pisé. Mirabas el río sin la otra orilla y te maravillabas de ver un mar sin olas. Te comías cada rostro de la gente que asombrada te miraba al pasar. Y es que eras luz de otro sol. De un sol del norte.

Digo Amor, y se me viene de golpe una esquina triangular. Una esquina con ventana verde y una aspiración de casa improvisada. Donde solamente cabía una cama con cinco patas, un televisor en blanco y negro, una garrafita para cocinar, y una biblioteca en la pared. Aquel recinto que se convirtió en una cuna de placer y ternura mientras el frío se colaba por debajo de la puerta de metal.

Digo Amor, y digo tu nombre allá del otro lado del mundo y digo aviones, pasaportes, correos. Digo nuestro norte y digo nuestro sur.

sábado, 14 de noviembre de 2009

me pregunto cuando

Hay dolores tan hondos que parecieran no salirse jamás del alma. Quisiera encontrar el arma que provocara su muerte pero a veces creo solo mi muerte podrá terminar con él.
Y aún así, a veces tengo dudas.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Relato de un viaje al Sur.

Era una fría tarde en el verano del Sur, allá, donde el mundo parece perderse en la nada. En mi viaje a Chile nada estaba planeado; más que seguir la ruta que dijese mi corazón y el mapa gratis que recogí en la oficina de Turismo en Santiago. La gente también era un buen termómetro para saber el camino a seguir. De ese modo llegué hasta Chiloé.

Estando en Castro, la capital chilota, me encontré con cinco chicos bohemios que
llevaban un gran cajón de tomate a Punta Arenas. Ellos creían que era un cofre con oro, y para mí era un cargamento pesado e innecesario para un viaje de mochilas.

Me explicaron que allá, donde solo existe el hielo, la gente pagaba mucho dinero por
la verdura fresca. Pensé que eran bastante tontos al creer que esos tomates llegarían vivos desde Chiloe hasta Punta Arenas viajando en auto stop y tomando un barquito que salía cada 15 días desde la isla hasta el continente. Pero se me hicieron simpáticos y confiables. Así que seguí viaje con ellos rumbo al Pacífico.

En el trayecto en un hostal de mala muerte donde dormían hippies y artesanos drogadictos, me hablaron de Cucao y de la Laguna de los Huiliches. No sé si fue el atolondramiento de la marihuana o las alucinaciones de hongos pero las leyendas escuchadas esa noche me llevaron a serguir rumbo a la coste occidental de Chiloé.

Luego de pasar por Chonchi en cuatro días llegué a Cucao. El paisaje que se abrió ante mis ojos me llevó al silencio total, era como estar en un lugar sagrado. Absolutamente místico. El más mínimo ruido podría considerarse una falta de respeto a la creación. El azul era azul y el verde era verde. Parecía que nada del hombre había roto la intensidad de los colores naturales.

Llegué a la desembocadura de la laguna y recorrí el borde hasta bajar al pueblo. Era un pueblito pequeño. La Iglesia de madera parecía coronar un reino diferente al de Roma. Una cruz hecha por dos troncos de pino detrás de una mesa que cumplía la función de altar carecía de imágenes, de oro, de mármol y de plata. Creo que allí tuve mi mejor conversación con Dios.

Al salir de la Iglesia encontré una niña limpiandose los mocos como en una postal de UNICEF, le pregunté de alguna familia que me diera hospedaje. Ella misma me llevó hasta su casa, vivía allí con ocho hermanos y su mamá. El papá trabajaba en otro pueblo en la pesca del salmón y venía de vez en cuando. Supongo que hacer más hijos.

La casa era pobre, ni siquiera tenían baño. Había que bañarse dentro de un cobertizo de madera con una regadera donde uno le iba echando el agua. Las gallinas y los cerdos eran parte del auditorio que observaba mi sufrimiento al tener que usar el excusado. No era muy cómodo bajarse los calzones con el viento helado colandose por las rendijas de la pared que no era pared sino un montón de tablas apiladas.

Al llegar la tardecita, me fui en búsqueda de un almacén donde poder comprar frutas. Me detuve frente a la laguna, el sol era una bola de fuego que iba apagándose con el agua helada del Pacífico. Pero ante esa imagen, vi otra imagen: una mujer de pelo largo, rubio, una mujer alta, flaca, blanca, con cara pensativa observaba sentada en la orilla la puesta de sol. Casi sin moverme llegué hasta su lado y me senté a mirar lo mismo que ella miraba. No hablamos sino hasta que el sol se ocultó. Entonces me dio su mano.

Apenas hablaba español y el inglés no era mi fuerte. Sin embargo fuimos juntas hasta el almacencito y pudimos comunicarnos muy bien. Se llamaba Erika, era de Holanda. Había renunciado a su trabajo de publicista en Ámsterdam, y se había dedicado a recorrer América del Sur por un año. Casualmente se estaba quedando en el mismo lugar donde yo pasaría la noche. Solo que ella al otro día partía rumbo a Puerto Montt y yo seguiría viaje rumbo a la Laguna de los Huilliches, 23 km más al oeste de Cucao.

Durante esa noche charlamos un rato mitad español, mitad inglés, mitad señas y diccionarios de por medio siempre.

Nos despedimos a la mañana sabiendo que ya no sabríamos más una de la otra.

Luego de un par de semanas de seguir viajando, llegué hasta Petrohue al pie del volcán Osorno. Caminaba por una ruta de tierra, árboles y pájaros cuando alguien en un español con acento extranjero gritó mi nombre.

Erika venía corriendo con su gran mochila en la espalda.
Nos dió mucha alegría vernos, y nos dimos un abrazo de esos de mil brazos.
Me invitó a quedarme en el hostal que ella estaba, pero la dueña no tenía más lugar, así que cenamos juntas con otros mochileros. Comimos uvas blanca y tomamos vino chileno.
Caminamos juntas hasta la casa donde me quedaría a domir y por un momento sentí que podríamos seguir viajando juntas.

Al otro día, nos encontramos para despedirnos, ella se iría rumbo a Bariloche y yo seguiría viaje hasta Pucón para subir el Villa Rica. Intercambiamos direcciones y teléfonos de nuestros respectivos países, y quedamos de encontrarnos en Panguipulli tres días más tarde. Durante mis dos días en Panguipulli, busqué a Erika. Dejé muchos mensajitos en los árboles, en las tiendas, en los teléfonos públicos.

No volvimos a vernos.

Al regresar a Montevideo, un mes más tarde recibí una tarjeta postal desde Ámsterdam.
Con un número de teléfono,
“este es el teléfono de la casa de mis padres, cambio mucho de dirección pero ellos siempre están allí...”

A veces quisiera volver a saber de aquella imagen que tuve en Cucao.
Quizá porque la magia y las coincidencias siempre son atractivas.


(post de mi antiguo Blog Victoria´s Home)

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Mea culpa.

Me he dado. Me he desintegrado hasta meterme en los huesos del otro.
He lastimado. He provocado lágrimas, he desilucionado, he destruido.
Solo he escrito.

No existe persona más egoísta y más generosa al mismo tiempo que un escritor.
En cada oración se va un pedazo de su vida y a la vez, sin escatimar sentimientos ajenos, arremete llevando consigo la privacidad de otros. No se necesita dar nombres ni escribir dedicatorias. Las palabras lo dicen siempre todo. Lo dejan todo al desnudo. No se puede escribir teniendole miedo a las palabras. Solo desnudandonos en cada frase se dice algo con sentido.
El escritor se entrega y entrega a los suyos. He ahí la crueldad de la letra escrita.

lunes, 9 de noviembre de 2009

puntos de vistas

Siempre he creido que existen tantas definiciones de amor como personas en el mundo.
De lo contrario ya no creería en su existencia.

Ayer me han preguntado si creo en la posibilidad de amar al mismo tiempo a dos personas. Estabamos hablando de amor romántico.
Mi respuesta no tuvo concordancia alguna con mi interlocutor.

Me fuí pensando en que jamás nos pondremos de acuerdo y sin embargo el amor seguirá existiendo.

sábado, 7 de noviembre de 2009

días 7

¿Alguien sabe cómo se cuenta un cuento?
García Márquez escribió un Taller de Guión titulado: "cómo se cuenta un cuento".
El libro llegó a mis manos hace cinco años atrás en calidad de prestado sin fecha de devolución. El dueño del libro un amigo, escritor, editor que admiro y quiero mucho. Alguien que un día me invitó a formar parte de un taller de escritura en L.A.
Alquien que cumplió varias funciones agradables en mi vida.
La distancia fisica silenció nuestra relación pero jamás terminó con ella. Digamos por varias razones la misma vida nos separó. Y en esa separación crecimos en muchos aspectos.

Hoy, 7 de noviembre volvimos a encontrarnos mano a mano frente a una taza de café hablando de libros, proyectos y sueños.
Hoy, 7 de noviembre dimos el primer paso hacia otro 7 pero de julio de otro año que vendrá. En el trayecto supongo yo aprenderé a contar un cuento y el aprenderá algunas otras cosas más.

Entre los dos estará García Márquez, Varga Llosas, Cortazar, y quien sabe que otros grandes de la literatura universal.
Y entre los dos daremos formas a nuestro gran sueño.

La vida es circular. Hoy lo comprobé.

jueves, 5 de noviembre de 2009

mi mañana

Y algunos sueños que nunca había soñado se tranforman en sorpresas.
Y me llenan el día, la semana, el mes, la vida.
Son esos sorprendentes regalitos para el alma, simples. Tan simples como una invitación a soñar a partir de una sorpresa.O de un sueño que no fue sueño y sin embargo me sorprendió.


El Universo me regala pequeñas joyas que nunca pensé lucir: una invitación a viajar por la música del mundo desde la butaca de unos de los espacios culturales más hermosos del país.

Desde Portugal hasta Los Ángeles pasando por Nueva York, Sara Tavarez:




Mañana estaré aquí...click...
Que dicha tan grande haberte encontrado en L.A.