miércoles, 9 de junio de 2010

Imágenes de una unión indeseada.

Tu orfandad y la mía son iguales.
La figura de una madre casi inexistente pesa tanto como la tumba de una madre muerta.
Te imagino por las noches arropada entre almohadas que simulan el cuerpo masculino de algún viejo amante o en el insomnio de la madrugada repasando los viajeros instantes de  fortuitos encuentros.

Cierro los ojos y puedo verte a  la mañana mientras preparas el café.
Siento  las yemas de tus dedos dibujando mensajes o marcando un número a distancia para re-encontrar la voz que cruzando distancias calme la desesperación de ser niña abandonada.


No necesito estar  me basta la imaginación. Te imagino y es como verte.

Te sé y lo sabes aunque me niegues. Aunque te escondas de la intensa manera de pensarte. Esos lazos invisibles que nos unen o esos felinos nombres que hacen real nuestra compañía. La música que escuchas o los libros que lees, los viejos cuadernos con sus páginas en blanco, el libro que aún no te animas a escribir y los árboles que un lunes al atardecer nos acobijaran.

Tu orfandad y la mía son hermanas desde el sur y amigas desde el norte.
En el mismo espejo nos miramos y fué así que reconocimos sin nombrar el sentimiento desgarrador de una niñez atormentada y de una adolescencia rebelde luchando por sobrevivir.

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