jueves, 31 de diciembre de 2009

Cerrá y vamos...

Siempre le he tenido miedo al abandono y a la muerte de los otros. A la ruptura, a la partida.. A los cierre de ciclos, a los adioses. A la huída propia u ajena. A los finales de año.
Sé que inevitablemente hasta de mi misma he de despedirme un día. Sin embargo me cuesta aceptarlo. Es tonto, lo sé. Pero en cuestiones emocionales la inteligencia no me visita a menudo.

Hoy es el último día del 2009. Un año más que pasa de vida, de mi vida y de la vida del mundo. Los periódicos publicaran los acontecimientos más relevante sucedidos en estos trecientos sesenta y cinco días. Las postales cibernéticas darán la vuelta por mis cinco correos electrónicos. Los mensajes de buen augurio, de éxitos, de mejor año llenaran mi casilla de mensajes en Facebook y My Space. En casa, mis roommates y yo brindaremos antes de que cada uno parta a su destino de festejo personal.

Para el mediodía de hoy ya habré decidido dónde pasar la medianoche y más de uno quedará sentido por mis decisiones. Algunos amigos comerán doce uvas, sacaran sus maletas, pedirán doce deseos.

En el Sur (mi Sur) el olor de jazmine invadirá las casas de patios abiertos. Mis amigos irán a la playa, festejaran con amigos de amigos. Comerán lechón, cordero, ensalada rusa. Algunos me recordarán. En Montevideo a esta hora, el Mercado del Puerto estará aborratado de gente entre guitarras, asados y medio y medio de Roldós. Los calendarios 2009, volarán por los aires de la Ciudad Vieja. En la escollera bramará una furia de espuma y los barcos permanecerán silenciosos.

En el norte, cada loco con su tema. Depende de las tradiciones y las necesidades. Millones de personas añoraran estar en su tierra con su gente, otros se abrazaran a su familia de amigos, la que han construido a base de años y experiencias. Algunos se irán de viaje solos, otros se emborracharán en las barras de los bares.

Entre el recuerdo de lo vivido y el delinear del porvenir, habrá que decir adiós y dar una bienvenida.
Ritos pequeños simbolizando pasos grandiosos.

Decir adiós a un amor y dejar la puerta abierta para "quizá", "tal vez", "con suerte" otro amor llegue.
Despedir viejos hábitos y visualizar un poco de salud.
Ahuyentar fantamas, romper cadenas, liberarse de uno mismo, enfrentar miedos.
Borrar mensajes, bloquear correos, conocer nuevos amigos, cortarse el pelo.
Deshacer, destruir, tirar a la basura, alivianar la mochila. Decir adiós.
Abrir el corazón, ventilar el alma, escribir el deseo, vivirlo. Darle la mano a la sopresa.

Del año nuevo no quiero más de lo que es: un año para aplicar lo aprendido en el anterior.



Adiós 2009, te me llevas muchos pedazos de mí y me dejas más fuerte que antes.

martes, 29 de diciembre de 2009

Reflexiones de finales de año.


Escribo esta nota mientras escucho a Charly García en "Filosofía barata y zapatos de goma". ¿Qué tiene de relevante este dato? Mucho. Al menos para mí. La música lo he dicho mil veces, es mi refugio así como las películas son mi evasión. Charly (a mi modesto punto de ver las cosas) además de ser el mejor músico y compositor de rock latinoamericano) es el más auténtico de todos. Y la autenticidad tiene un precio muy alto a pagar.

Ser auténtico en las palabras y en las acciones es la misión más noble que se puede emprender en esta vida. Sin embargo, el mundo en general no lo perdona. La autenticidad aterra. Y a la vez atrae. Pero a la hora de tomar partido lo "políticamente correcto" (frase decorosa) gana a lo que en realidad se piensa, se siente, se desea. Después de todo ya bastante dificil nos la ponen delante como para que además nos jodamos la vida diciendo lo que realmente sentimos, deseamos, queremos.

Yo vengo de un lugar donde la gente por lo general dice las cosas como las ve o como las piensa sin importarle mucho la forma o lo que genere alrededor. No importa si dos o tres "verdades" asesinan la ilusión de otro. Antes que nada uno dice las cosas como cree son. Y con la verdad o sin la verdad en la mano, uno intenta hacer lo que siente a como dé lugar.

No me gustan las mentiras para ser feliz. Sin embargo vivo rodeada de ellas. Mentiras decorosas, políticas, correctas, bellas mentiras que generan altas divisas. Sea en dinero o en emociones. Sea en comodidad o en imagen. Todos culpamos la fantasía y todos vivimos de ella. Y de la fantasía a la hipocresía hay un mínimo paso de distancia.

Cuán dificil es ser auténtico y expresar lo que realmente vivimos, sentimos, pensamos.
Seguramente si lo hicieramos el mundo nos devoraría. El mismo mundo que nosotros creamos. Dicen que el alumno supera al maestro, yo digo que la obra supera al autor. Este mundo de hipocresía legal lo construimos nosotros día a día. Y nuestra propia creación nos va comiendo.

Pero en estas fechas (como lo escribí por ahí en algún comentario) todos somos un poco más buenos, más solidarios, más justos, más amorosos. Parece ser que una semana de bondad, justicia y amor inclinara la balanza hacia lo que debería ser y no es el resto del año. Esa mentira a muchos les hace feliz. Me atrevería a pensar, al 90% del mundo. Aunque no soy buena para las estadísticas y tampoco me preocupo de ellas.

"Filosofía barata y zapatos de goma" quizá durante todo el año es lo que tenga para darles. Pero aseguro que doy y daré lo más auténtico que tengo. Aunque no puedo negar que el norte me ha domésticado en su pose de ser hipocritamente correcta (perdón debí decir "politicamente").

Dicen, "a la tierra que fueres haz lo que vieres".

( recomiendo escuchar la canción: "Filosofía barata y zapatos de goma" de Charly García)

sábado, 26 de diciembre de 2009

regalito de amor

Quienes me han leído por muchos años (desde mis antiguos espacios blogeros, foros y alguna que otra página electrónica) ya lo conocen. Es ese manojito de ternura que cuando me mira asoma mis ojos al cielo y me hace sentir que en algún otro lado, hay un mundo de amor.

De él he escrito unos cuantos post, y a él le debo mi mejor relato.
Este año, mi Theo sufrió su tercer accidente grave. Creí perderlo. Sin embargo una vez más me demostró sus ganas de vivir.

Amor, cuidado, oraciones, energía no le faltaron. De su mami y de los amigos y amigas de su mami que le han conocido a través de la red.
Sin pretensiones audiovisuales aquí les dejó en nombre de Theo y mío nuestro agradecimiento por ello.

El amor tiene diferentes formas, he aquí el mío:



A ustedes quienes no necesitan conocernos frente a frente para apreciarnos, gracias.

viernes, 25 de diciembre de 2009

din don dan II

No, pues, si yo lo tengo claro.
Tengo claro que el mundo espera una postal de mamá, papá y los niños delante de un gran árbol de Navidad. O en su defecto, un video de dos mamás con las dos niñas adoptadas en Moscú luciendo esos clásicos gorritos rojiblanco de Noel.

Es entendible. Al mundo, tu mundo le gusta ver esa bella idea del amor familiar que le han pintado desde los tiempos de Cristo. Ni modo que desee ver un hombre enfermo y solo tirado en la calle o un jornalero pidiendo trabajo en la puerta de una Iglesia con una gran leyenda de ¡Feliz Navidad!.
No, si la televisión y las revistas se han encargado muy bien de vender las ideas biblicas.
Todo es luz, brillo y paz. Unión y mucha comida para aminorar la culpa por la falta de ella en millones de manos humanas.

¿El resto?
El resto del año se vive en el infierno. Pero en Navidad todo es perfecto.
Blanco y puro, inmaculado como la nieve sobre las rocas desnudas de verano.
Dentro los leños ardiendo junto con la memoria de los buenos tiempos. Aquellos que se quedaron tan lejos como las postales que mi prima envíaba desde Madrid en los 70.
La gente y sus regalos, los padres con sus hijos, los abuelos con sus nietos, los amigos con su familia inventada, los maricones con los travestis hinchados de wisky y ron mientras los sin-familia, sin-hogar, sin-amigos, sin-comida se esconden y se abrazan a sí mismo en la soledad de alguna casa rodante o misión del gobierno.

Es entendible, el mundo no desea ver una postal de la vida. El mundo espera el "instante Kodak" que le han inventado para dos de los trecientos sesenta y cinco días del año.

La cristiandad ha sido el cuento como mayor divisas ganadas en el mercado de la literatura fantástica. ¡Y cómo le alegra la vida el mundo!
Al resto, a los que no jugamos el juego, nos llaman amargados.

jueves, 24 de diciembre de 2009

din don dan...

Nunca he sido poseída por espíritu navideño alguno, pero este año, la cosa viene peor. A tan magnitud ha llegado mi desinterés por el tema que ya ni siquiera por obligación, compromiso o cariño alguno me he dignado a realizar alguna acción de las esperadas en estas fechas por el resto de los mortales que me rodean.

Es como si mi calendario por alguna mágica razón hubiese saltado del 24 de diciembre hasta el 1 de enero. Cuando mi jefa hizo el anuncio de vacaciones para todo el mundo, lo primero que pensé fué: "no tendré que salir a la calle, gloria a dios".

Y ha sido el paraíso espiritual que siempre anhelé.
Me he dado una buena sobredosis de información desde la prensa electrónica, me he esplayado en Facebook y Twitter a mi antojo. He tomado ron y tequila todos los días. He leído un par de libros durante toda la madrugada, he mirado ya decenas de películas y he bajado ciento de canciones.

Ni las postales navideñas, ni las luces, ni los santa inflados, ni los arbolitos de plástico, ni los regalitos por compromiso, ni la sobredosis de comida, ni los saludos a fuerza, ni los villancicos, ni la gente histérica en los centro comerciales ha tocado mi mente, cuerpo o espíritu.
Quisiera saber cuántas personas tendrán el privilegio del cual estoy disfrutando yo.

Imagino sus comentarios mentales al leer mi post. Pensarán que soy una de esas viejas infelices que viven solas porque nadie las soporta. O qué carezco de toda espiritualidad. Para no desilucionarlos les voy a decir que he tenido mi momento de reflexión navideña.
He dado gracias por lo más importante de mi vida en el 2009.

Y aquí les va:

Gracias por:

1. Facebook.
2. Twitter.
3. Blogger.
4. Gmail
5. You Tube.
6. Netflix.
7 Flirck.
8. Pandora
9. LastFM
10. My Space.

y por sobre todas las cosas IMac, Ipod y Sprint.

Ya. Ahora me siento en paz.

martes, 22 de diciembre de 2009

religiosa sin religión

Soy uno de esos seres diabólicos que se ha revelado a la santa madre iglesia y sin embargo usa una cruz en el pecho. Soy de las que entrelaza a Eros con la imagen de una Virgen. De las que fantasea masturbar a una mujer con una cruz. De las pecadoras a rigor. Y de las que no calla sus pecados.
Quizá por eso he sido condenada, marginada. No es fácil aceptar la honestidad de quien no esconde nada, ni siquiera su enfrentamiento a Dios.
Aún así, me considero la más religiosa de las mortales. Para mi, el arte y la belleza son religión. Y la religión no escapa al arte. Por lo cual soy devota de los dos.
Amo la madona escondida en el corazón de las mujeres, y la sensualidad oculta de las vírgenes en los murales de las iglesias. Amo el ritual del rezo sobre un cuerpo desnudo, la poesía de la Biblia sobre un pubis angelical, el rosario en las manos desnudas de quien teme y a su vez enfrenta los ojos de Dios.
Pero no puedo amar la hipocresía ni la esclavitud.
Y entonces cuando me preguntan digo no tengo religión.

Sé que mis palabras generan miedo y a la vez curiosidad. A la historia le sobran testimonios de dónde terminan los blafemos.
Y aún así debo contar lo que pienso, por si las dudas alguien piensa retorcidamente como yo.

Correspondencia.

Me desvelo en cada letra que te escribo pero sin tus letras nada tendría sentido.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Tristeza de amor.



Por ser en ocasiones un reflejo de mis estados de ánimo, la música es mi refugio. En cambio las letras cuando -son mías- suelen ser tan dolorosas que prefiero hecharlas a volar y no dejarlas conmigo.

sábado, 19 de diciembre de 2009

confesión

Quisiera escribir las frases más bonitas que despertaran en tí el deseo de mí. Contarte mil historias, de las vividas y de las inventadas. Responder a todas tus preguntas, saciar toda curiosidad. Develarte mis secretos, confesarte mis maquiavélicas intensiones para contigo.

Quisiera desnudarme en cada letra para terminar con cada una de tus dudas. Ser como el mármol de una estatua a la cual tus ojos esculpiera. Una vocación por descubrir en ti. Un reflejo. Un ansia desbocada. Una pasión contenida por siglos, un lienzo donde poder derramar tus ganas.

Quisiera ser la pluma con la que escribas tus cartas. Y el papel donde dibujaras tu letra. La mano caliente que desbordara la fuente de tu sexo. La humedad de tus paredes, el quejido de tu poesía oculta. La historia familiar que aún no haz contado.

El primer paso, la primer caricia en tu espejo. Y el último gran amor que aún no haz vivido.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

jugar mi propio juego





Cuando era niña las otras niñas se me hacían aburridas. Mientras en mi mente fluían historias que luego iban tomando cuerpo en forma de juegos solitarios, ellas, compartían su tiempo copiando lo que veían: ser mamá, esposas, amas de casa y maestras.

Mis juegos eran creativos y por ende, diferentes.

Ellas se me hacían aburridas y yo se les hacía rara.

Tenía tres juegos favoritos. Los tres estaban poblado de personajes y muchísimos diálogos. En dos de ellos era varón, en el otro mujer.

1. Me encantaba ser profeta. Era un profeta muy sabio. Ataba mi pelo largo con un hilo negro, ponía sobre mis hombros una mantita gris que había pertenecido a mi abuelo Marco, usaba unos jeans viejos, me descalzaba y con un montoncito de libros bajo el brazo me iba hacia un pequeño monte de eucaliptus a las afuera del barrio. Nada de lo que me rodeaba era lo que los demás veían. Visualizaba cientos de personas sentadas en el descampado escuchando mis profecías. Juraba que mi cabeza estaba afeitada, que la vara de eucaliptus que usaba para apoyarme al caminar era un bastón sagrado que había pertenecido a monjes solitarios. Era un anciano que compartía su sabiduria y experiencia con el pueblo. Tenía el don de adelantarme a los tiempos. El juego me costó varias palizas de mi padre. Los vecinos le llamaban preocupados cuando me veían caminando rumbo al monte sola descalza. Y las niñas creo entre curiosas y miedosas se alejaban de mi. A pesar de eso, a la hora de la siesta cuando todos en casa dormían volvía a jugar a ser profeta.

2. Tenía un personaje llamado Emilce. Emilce era un apuesto chofer. Conducía un camión de carga que transportaba diferente tipo de mercancía hacia otros países del mundo. La libertad y la aventura eran los compañeros de Emilce. El cual en sus recorridos recogía hermosas chicas que salían a la ruta. Y como todo un Don Juan les invitaba a conocer el mundo. A Emilce nunca le faltaban novias pero con ninguna se casaba. Tampoco le quedó mundo sin conocer. Más que un chófer de camión mi personaje era un conquistador.


3. Mi otro juego favorito era ser escritora. Nunca he entendido por qué escritora y no escritor si en mis otros juegos siempre fuí varón. Pero así sucedió.
Escribía cartas de amor que luego regalaba a mis compañeras. Convengamos que en esta época tenía entre siete y diez años. Por desgracia debido a mi movida historia familiar, no conservo ninguno de mis primeros escritos pero daría lo que no tengo por encontrar alguno de ellos. Como escritora era una mujer independiente que vivía en la playa y escribía siempre mirando al mar.

Estos tres personajes eran los que solían acaparar mi tiempo fuera de la escuela. Pero había más: ser locutora de radio, ser un cantante de tango, ser un vagabuno.

En el barrio se resignaron a mis rarezas y atribuyeron estas desviaciones infantiles a la muerte de mi mamá y a la depresión de mi papá.Sin embargo la resignación apacible del barrio ante mis juegos extraños no evitó la la marginación social a la que fuí sometida años más tarde.

(algún día la historia continuará)

lunes, 14 de diciembre de 2009

al recuerdo de viejos romances

de romances viejos

Viajo desde el silencio malsano de las manos que dejaron de acariciarme hasta tus manos blancas nuevas y ajenas. Viajo desde el dolor de no tener mi pelo entre sus dedos flacos, hasta el anillo de tu pulgar ajeno. Viajo desde el olvido de un aroma a lavanda, hasta el agua de rosa de las gotas esparcidas por tu magia.

Te dejo llegar hasta mi rostro, te dejo expresar lo que provoco, te dejo verme así, solitaria, vulnerable y frágil. No detengo tus discursos ansiosos de encontrar respuestas a tu conciencia. No detengo la fidelidad atada al compromiso ni la represión de tus manos que mueren por acariciarme.
No pregunto, no imploro, no insisto.

Me basta tu mirada tierna y tu osadía de no pedir permiso para hacer el café. Me basta que quieras a mi gato y seas bruja quemando incienso, encendiendo velas, invocando espíritus de las que pasaron antes que nosotras. Me basta, haberte conocido a destiempo o en el tiempo justo que no es mi tiempo. Me basta saber que en algún lugar existió el encuentro. Me basta eso: que tomes mi mano, que abrases mi cuerpo, que me niegues el beso.

Porque me basta mirarte, que calles la boca, que me dejes escuchar tu corazón. Que ni espero, ni sueño, ni deseo más que el minuto de ese pensamiento que en el ayer tuviste antes de dormir a mi lado. Imaginarte como sería hacer el amor en una recamara violeta y que no te importaran las fotos de Julia Roberts por toda la casa.

Que compres sombreros al estilo Mona Lisa Smile y que recuerdes que existo lejos de tu casa, pero existo.

sábado, 12 de diciembre de 2009

La canción que sonará en mi funeral.

en cuerpo ajeno

Quisiera ser un genio. Un genio como Rilke o Hesse. O ser simplemente un cerdo. Un cerdo como Miller del cual las sensitivas escritoras se enamoraran.
Quisiera ser un guitarrista flamenco de pelo largo y dedos largos. Un espíritu idolatrado por las féminas de herencia andaluza.
Pero soy una mujer.
Me parta en mil pedazos con más de macho que de hembra, soy biológicamente una mujer.
No uso el pelo corto cortado a la garzón. Ni pantalones masculinos. No sé nada de mecánica ni de autos, ni siquiera manejo. No juego al fútbol y tengo un par de tetas que ni en sueño quisiera operar. Para el arzobispo o párroco de la basílica soy un engendro. Para la virgen un mural. Para la señora del cantinero un vaso a llenar de alcohol, para la chica exploradora un enigma. Para la periodista un artículo por escribir. Para la hembra curiosa, un terreno a explorar. Para la poeta una inspiración. Para el pichón de escritor, una razón de cuento. Para la mujer, una incognita...ni hembra ni varón.
Es el miedo de los otros.
El propio miedo de ellos mismos.
Yo no tengo miedo.
He nacido sola.
He vivido sola.
He de morir sola en un cuerpo ajeno.

jueves, 10 de diciembre de 2009

La casa de Dios.

En México era como vivir cerca del cielo.
Habían dos fronteras, una para entrar al paraíso, y la otra para resguardarse del infierno.

La primera quedaba rumbo al norte cruzando el Río Bravo.
La segunda pasando Chiapas hacia el sur.
Ahora que crucé el purgatorio y estoy lejos de Sudamérica, me doy cuenta que a Dios se le olvidó avisar su cambio de domicilio.

martes, 8 de diciembre de 2009

Cat Power: Wild Is The Wind

por un antojo

Bebo un sorbo. Aspiro hondo he intento escribir tres oraciones. Las borro. Acaricio al gato, miro de reojo la botella y escribo un párrafo. Lo borro. Nada resulta. Descuelgo la gabardina marrón, me enfundo la bufanda gris, abro la puerta, bajo dos escalones. El frío congela mi rostro y salgo caminar. Camino una cuadra. Es de noche, solo un par de autos dan la vuelta. La polícia estacionada en la esquina espera. Camino, doy vuelta la esquina y entro en la tienda del indú que habla español mejor de lo que yo hablo inglés. Compro otra botella de Ron (Run) y una palta (Avocado-Ahuacate).

Desde ayer tengo antojos de avocado (palta-ahuacate). Los antojos -decía mi mamá, que en paz descanse- son deseos escondidos que sale en forma de caprichos. Decía que no había que hacerle caso a los antojos. Pero mi abuelo -paterno- cuyos 99 años le otorgaban sabiduría suficente como para hacerle caso, decía que los antojos eran necesidades del cuerpo y como tal, debíamos satisfacerlas en el momento. No fuera cosa que al otro día la muerte nos sorprendiera y nos llevara el cuerpo con la necesidad a cuesta.

Por eso mi abuelo-que en paz decanse-comenzó a fumar a sus 90 años. Por un antojo. Y la muerte se los llevó a los 100. Me gustaría saber si a mi abuelo le hubiese gustado conocer Los Ángeles. El jamás subió a un avión pero contaba que de niño su bisabuelo le decía: "un día las vacas van a volar". Y el no creía en esa especie de premonición. Entonces, cuando supo de los aviones que nunca vió de cerca, dijo "mi bisabuelo tenía razón..." Bueno, mi abuelo nunca voló. Mi padre tampoco. Pero yo sí, y a veces me gustaría saber que pensarían ellos de verme aquí después de haber tomado un avión por un antojo.

Llego de nuevo al espacio que me hace de casa. Acaricio el gato.Dejo las botellas sobre el escritorio. Me sirvo otro trago. Guardo la gabardina y la bufanda. Escribo tres párrafos y algo, no los borro.

domingo, 6 de diciembre de 2009

10 años atrás...o como si fuese un siglo

8 de diciembre

Diez años atrás enfundada en una gabardina gris, con dos maletas y una matera abordé el vuelo 702 de las aerolíneas Pluna-Varig. Exactamente a las cinco de la tarde,cuatro amigos me despidieron en el aeropuerto de Carrasco. No se valía llorar. El futuro aguardaba tras la puerta de embarque.

8 de diciembre de 1999, desde las nubes divisé el Popocatelpec y escribí en mi libreta marrón: "viajo suspendida en las alas de Dios...el amor me aguarda, México también".

Fuí feliz.
Inmensamente feliz.
Lo demás no importa.

jueves, 3 de diciembre de 2009

si la dejan bailar...¡tremendo lío!

de alcoholes

El alcohol siempre ha estado a la medida de mi bolsillo y de mi status social.
Cuando era adolescente, en la tierra en que nací, mis amigos y yo juntábamos cada centésimo para comprar el llamado “vino suelto” o “vino lija”. Ese que en vez de uva, se conformaba de pura química sintética.

El efecto era terrible: las peores borracheras de mi vida. Borracheras en las que caía inconsciente sobre cualquier vereda del barrio. Las qué, no solo me perdían la memoria de toda una madrugada, sino que además, ejecutaban diabólicas sinfonías en mi estómago.

En mis últimas borracheras de adolescente pobre, me juré no volver a tomar vino lija. Debía ser lo suficientemente solvente como para echar menos basura a mi hígado y tener dignidad en mi embriaguez. He aquí que me volví empleada pública. Al menos no solo tendría jubilación, sino también un dinerito para comprar vinos de marca reconocida. Tampoco era cosa de beber de la Borgoña pero al menos incursionar en los Santa Rosa.

Allí comenzó mi viaje hacia la adultez: borracha de clase B con altas aspiraciones a obtener la clase A. De ese modo he conseguido catar vinos de latitudes que jamás pensé beber.

Y una cosa era beber sola otra diferente, beber acompañada. Y si la compañía era una hermosa mujer, el vino debía ser más fino. Recuerdo aún aquel vino verde de Portugal, bebido en una esquina elegante de la Ciudad Vieja, con la musa de mis poemas...
¡Tan diferente al vino tinto suelto de la bodega de don Ruiz, allá con mis amigos del pueblo donde nací!

California tiene lo suyo. Digamos que los vinos del valle californiano se comparan a los del valle chileno. Amén de que mi economía, por más que sigo siendo pobre, me permite comprar las marcas que desee de cualquier parte del mundo.
Sin embargo hoy he viajado atrás en el tiempo.

La escena ha sido la siguiente:
“quiero tomar vino...así que iré a Traders Joes a comprarme un Casillero del Diablo, llegaré a casa y haré ñoquis y miraré sola una peli mientras ceno...”
Todo quedó en el pensamiento porque al ver aparecer mi bus, preferí llegar al barrio y comprar un vino en el supermercado cercano a casa.
¡Que tonta ilusión la mía! Olvidé que mi nuevo barrio es de chicanos y mexicanos. Ellos no toman vino, así que encuentro todas las maracas de cervezas nacionales e importadas –obviamente todas las marcas mexicanas habidas y por haber- y yo, que no tengo ganas de cerveza sino de vino entro en frustración total.

Mientras hablo con la cajera preguntando por donde consigo vino, me dice que al cruzar la calle se encuentra una licorería. Salvada por la mano de la diosa, me digo “obviamente allí tendrán varias marcas de vino y además wisky, tequila y otros néctar divinos”. Inocente de mí, sigo encontrando marcas de cervezas. Y escondido en un rincón una botellita solitaria con el título de ¨Merlot¨ sin marca.

Eso si el vino más barato que compré en mi vida de inmigrante: 1 dólar.

He aquí que a la madrugada del sábado me agarró con un vino lija, buscando mi álbum de fotos viejas recordando aquellos vinos sueltos que compartíamos con los amigos. Cuando las estrellas nos guiñaban los ojos mientras dormíamos borrachos no solo por el vino sino por la libertad que nos acobijaba.

martes, 1 de diciembre de 2009

el SIDA toca a todos y a todas

La primera vez que escuché hablar de SIDA fue en el año 1986. Mientras en la llamada MECA GAY del mundo los maricones (en su mayoría) morían abandonados en los hospicios, en Montevideo mis amigos seguían levantando amantes por la 18 de julio sin usar condón. Nadie hablaba de esa extraña enfermedad que había entristecido a los más "alegres" de la sociedad del norte.

La noticia nos llegó tarde. La noticia nos llegó cuando a la Coneja, "la vestida" más popular del pueblo, le salieron una especie de llagas que le obligaron a permanecer encerrada por varios meses. Las fiestas clandestinas en los suburbios continúaban con total normalidad mientras la anfitriona más popular moría sola en su casa de una extraña y silenciosa enfermedad. Porque de SIDA en aquel entonces nadie se atrevía hablar.

A la Coneja la fiebre y las llagas se la llevaron pronto. Después vino el Pirulo, el bailarin de la comparsa lubola. Pero lo más extraño fue cuando el Pepe, (el marido de María la kioskera) cayó en cama con fiebre y no se levantó más. El Pepe trabajaba siete días en el campo y al séptimo visitaba a su mujer en la ciudad. En una de esas visitas contagió a María la cual estaba embarazada y a su vez contagió a su bebé.

Entonces varios murieron y nadie hablaba nada de esa extraña peste que ya en el norte tenían descubierta y algunos le llamaban "Rosa".

Y de ahí surgió el miedo. El miedo a tomar en el mismo vaso de mi amigo José porque era puto y nunca usaba condón y quien podría asegurarme que por su baba no me contagiara como se contagia un resfrío o una gripe.El miedo estúpido porque en realidad, jamás tuve conciencia de cuidarme a la hora de tener sexo.

Eramos jóvenes, impulsivos y sabelotodos. Creíamos que la nueva peste venía como encapsulada en una jeringa o en un pene. Pensabamos que las mujeres vírgenes de hombres estabamos absueltas del contagio.

Hasta que en los 90 y pico, cuando la televisión comenzó a llamar las cosas por su nombre y el ministerio de salud pública dice que hacía sus campañas de alcance, alguien me obligó hacerme mi primer prueba de HIV.

No recuerdo bien el interrogatorio de la enfermera pero tengo una vaga idea de su convicción al decirme "cero por ciento de posibilidades a contraer el virus por ser lesbiana". Error. Jodido error.


Continúe mi vida de libertad sexual como si nada. Para tener sexo con una mujer bastaba solamente gustarse, mirarse y cojerse. Nada de historia amorosa, nada de interrogatorio sobre el pasado, menos sobre vida sexual. En esas idas y venidas de bares y de camas conocí a Silvia. Durante tres meses el deseo y la pasión le ganó a la cordura. Ni yo pregunté su historia ni ella preguntó la mía. Tampoco usamos protección alguna.

Pasaron seis meses desde la última vez que estuvimos juntas. Ni ella sabía de mi ni yo de ella hasta que recibí una llamada telefónica. Silvia estaba en el hospital y su médico quería hablar conmigo.

La primera vez que sentí un sudor helado correr por mi frente fue en julio de 1999, cuando el doctor que atendía a Silvia me comunicó que debían hacerme un exámen de HIV inmediatamente.

Silvia era bisexual y había sido diagnosticada con el virus un año atrás. Durante tres meses había tenido sexo sin precausión alguna con Silvia. Ergo, yo, la intocable de la peste por primera vez tuve verdadera conciencia de que el SIDA podía tocarnos a todos.

La vida me dió una oportunidad. No fuí de las contagiada pero pude haberlo sido.