sábado, 12 de diciembre de 2009

en cuerpo ajeno

Quisiera ser un genio. Un genio como Rilke o Hesse. O ser simplemente un cerdo. Un cerdo como Miller del cual las sensitivas escritoras se enamoraran.
Quisiera ser un guitarrista flamenco de pelo largo y dedos largos. Un espíritu idolatrado por las féminas de herencia andaluza.
Pero soy una mujer.
Me parta en mil pedazos con más de macho que de hembra, soy biológicamente una mujer.
No uso el pelo corto cortado a la garzón. Ni pantalones masculinos. No sé nada de mecánica ni de autos, ni siquiera manejo. No juego al fútbol y tengo un par de tetas que ni en sueño quisiera operar. Para el arzobispo o párroco de la basílica soy un engendro. Para la virgen un mural. Para la señora del cantinero un vaso a llenar de alcohol, para la chica exploradora un enigma. Para la periodista un artículo por escribir. Para la hembra curiosa, un terreno a explorar. Para la poeta una inspiración. Para el pichón de escritor, una razón de cuento. Para la mujer, una incognita...ni hembra ni varón.
Es el miedo de los otros.
El propio miedo de ellos mismos.
Yo no tengo miedo.
He nacido sola.
He vivido sola.
He de morir sola en un cuerpo ajeno.

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