martes, 22 de diciembre de 2009

religiosa sin religión

Soy uno de esos seres diabólicos que se ha revelado a la santa madre iglesia y sin embargo usa una cruz en el pecho. Soy de las que entrelaza a Eros con la imagen de una Virgen. De las que fantasea masturbar a una mujer con una cruz. De las pecadoras a rigor. Y de las que no calla sus pecados.
Quizá por eso he sido condenada, marginada. No es fácil aceptar la honestidad de quien no esconde nada, ni siquiera su enfrentamiento a Dios.
Aún así, me considero la más religiosa de las mortales. Para mi, el arte y la belleza son religión. Y la religión no escapa al arte. Por lo cual soy devota de los dos.
Amo la madona escondida en el corazón de las mujeres, y la sensualidad oculta de las vírgenes en los murales de las iglesias. Amo el ritual del rezo sobre un cuerpo desnudo, la poesía de la Biblia sobre un pubis angelical, el rosario en las manos desnudas de quien teme y a su vez enfrenta los ojos de Dios.
Pero no puedo amar la hipocresía ni la esclavitud.
Y entonces cuando me preguntan digo no tengo religión.

Sé que mis palabras generan miedo y a la vez curiosidad. A la historia le sobran testimonios de dónde terminan los blafemos.
Y aún así debo contar lo que pienso, por si las dudas alguien piensa retorcidamente como yo.

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