domingo, 20 de mayo de 2012

Sueñito soñaba anoche.

(Dar click en el video antes de comenzar a leer. "Qué más da" Ely Guerra) Los adoquines vovieron a repetirse como aquel viejo sueño donde bailabas tango. La diferencia fue el mar, el mar estaba lejos y no puedo imaginar un Montevideo sin mar. Aunque la geografía le llame estuario y la gente le nombre "Río", para mi siempre ha sido "mar".

Esta vez el agua no apareció pero aparecieron árboles llamados "platanos" -sycamore para que no te confundas con los bananos- sus raíces salían a la superficie por entre las hendiduras de los adoquines grises y abrazaban la calle entre ese borde fino del camino de niños a la escuela y el territorio de los autos viejos.

Era casi un Montevideo antiguo, estoy segura por los adoquines veía la Ciudad Vieja pero lo extraño era la falta del mar. Ahora que lo pienso bien,  se veía como un lienzo donde la pintura semiborrada dejaba a la imaginación del observador el libre albedrío de pintar lo que se le antojara.

Al borde de las veredas las casas nacidas en los albores del siglo XX...las casas con balcones, puertas de dos postigos, escalones de mármol, pasamanos de hierro, ascensores oscuros, rejas pobladas de malvones, paredes descascaradas, ornamentos en los techos, lámparas sin energía, contemplaban mi figura caminando por las veredes angostas.

Yo era más joven -como 20 años más joven- vestia un pullover azul marino con cuello a la base y un pantalón vaquero más azul que el pullover. Mi pelo más negro que hoy y los dedos flacos de mis manos se vían como las terminaciones nerviosas de un cuerpo desgarbado y lleno de vitalidad a pesar de la delgadez. Lo mío no era falta de salud sino juventud.

Caminaba por las veredas desaliñadas de la ciudad poblada de adoquines  y el silencio de una noche sin vida. Y esa es otra extraña manera de ver la realidad. No puedo imaginar el casco antiguo montevideano sin los ruidos de la noche y por ende, sin vida.

De pronto una casa cuyo frente estaba pintado de gris me llamó la atención, por curiosidad por simple curiosidad me acerqué al zaguán marrón que permanecia entreabierto. Asomé mi cabez y sólo pude ver un largo corredor con baldosas pobladas de símboles moros. A los costados varias puertas indicios de diferentes mundos, cada habitación una historia y la invitación a entrar en ellas.

Recuerdo mi sensación de estar profanando un lugar sagrado. Nadie me había invitado a entrar a dicha casa pero la puerta entreabierta despertó mi curiosidad felina y como un zagas gato con esa parcimonia que los caracteriza y la flexibidad de estar siempre listos para huir, caminé por el corredor.
Recuerdo el silencio sepulcrar, la casa como la noche de la calle de adoquines carecía de ruidos.

Una de las puertas de los costados se movió, exactamente la puerta se encontraba sobre mi lado izquierdo. Como un fantasma llamando mi atención caminé hasta el umbral del cuarto, vi el color de la medialuz y entré. Otro cuadro se levantó ante mis ojos.

Estabas allí, sobre una cama con la cabeza reclinada en su cabezera y los piernas cruzadas una sobre otra. Vestías un vestido azul y negro, con escote pronunciado y collares multicolores alrededor de tu cuello.
El azul del vestido hacía juego con la colcha de la cama y las uñas de tus pies pintadas de rojo me recordaron a un poema de Baudelaire. ¡No sé por qué ese estúpido poema vino a mi mente! Y le digo estúpido no por lo tonto sino por lo reiterativo en mi vida.

Tu mirada sonrío al verme y tus manos me invitaron a sentarme en el borde de la cama.
No hablabas, no hablé.
No sé como sucedió, pero después de mirarnos por un tiempo - del cual no tengo indicios cuánto fue pero sí de la profundidad de su existencia- acaricié tus piernas desnudas. No te movias pero podía escuchar tu respiración comenzar agitarse.

Mis manos tomaron el camino de un rumbo desconocido pero imaginado. Serpentearon por debajo de tu vestido, llegaron hasta la cumbre de tu placer más deseado y en ese momento en qué la exhalación de tus ganas de vida se escaparon de tu boca tomates mi mano y dijiste:

- No sigas.

- Sólo dejate sentir, no tienes nada que hacer, sólo sentir.

- No puedo. Sería como estar sola, sería como un orgasmo conmigo misma y yo quiero amar a otro.

.....

Desperté bajo el maullido de mi gato en mi oreja derecha.
Ahora tengo la sensación de que la angustia no ha quedado en el sueño, y quizá al escribirlo se desintegre fuera de mi. Perdón, no soy buena.


2 comentarios:

BETTINA dijo...

Bella música, bello leerte. Cuánta emoción, añoranza y gritos de amor que se leen en tus letras!

vico dijo...

¡Gracias Bettina! Inauguraste los comentarios ;)

Vamos retomando después de tanto tiempo un lugar y una comunidad querida.

Una hermosa canción de la compositora e intérprete regiomontana Ely Guerra para dar música a un simple sueño.