viernes, 20 de julio de 2012

Ceguera del que no quiere ver.

Como muchos ciudadanos de este mundo nací en un país y vivo en otro. La mayoría de mis amigos inmigrantes han decidido traspazar las fronteras y vivir en el gran deseado y odiado Estados Unidos de América por muchas razones. La mayoría, económicas y/o políticas. Yo tengo las mías, de las cuales más de una he escrito sobre ellas (recordaran mi ensayo "De por qué vine a los Estados Unidos de América").

Hoy me desperté temprano, la edad me está jugando una mala pasada y no puedo dormir más allá de las 6 de la mañana. Mi primera intención del día fue venir al café, enchufarme los auriculares y escribir sobre las dos únicas películas que vi en Outfest esta semana - "Margarita" y "Mosquita y Mari"-

Como todos los días bajé mis once pisos en el elevador, y saludé al recepcionista de turno. Hoy estaba Jennifer. Una chica blanca, "guera", "americana", "gavacha", "gringa", "yanki" y poseedora de todos esos títulos poco agradables que el mundo le ha adjudicado a los paridos, criados, educados, de color blanco cuyo idioma es uno solo y a quienes en mi ignorancia y falta de crecimiento humano lanzé tantos epítitos poco humanistas que solamente englobaban un desconocimiento y una soberbia típica de quien no ve más allá de su propia nariz y nunca salió de su propio concepto de "patria", "partidismo político", "filosofía de vida" encerrado en una frontera mental que daña más que una frontera geográfica.

No soy hija de inmigrantes nacida en L.A. No he vivido la mayoría de mis años en L.A. No he sufrido de niña el destrato por el color de mi piel. No he sido estigmatizada por vivir del otro lado de los puentes que separan el este del oeste. No he sido acosada por hablar inglés con acento ni spanglish, no sé lo que es llorar porque el sistema de poder  blanco te niegue en el derecho a estudiar. O te la haga de cuadritos cuando quieres entrar a la Universidad. No sé lo que es estar condenada al ostracismo de los pibes en la calle conformando clanes llamados pandillas mientras los adolescentes de ojos azules y apellidos judíos retozan en sus colegios privados. Hay muchas cosas que mis amigos orgullosamente chicanos han vivido que yo no he vivido.

Quizá por eso a veces, no suelo entender cierto resentimiento y condena por parte de una gran mayoría de conocidos a todo ser de dos patas que tenga color blanco en su piel y viva en Westwood, Bel Air, Beverly Hills etc. porque quizá yo no sé lo que es vivir en el infierno de ser chicano niño-joven-adulto viviendo en la predestinación de ser un "jodido" social desplazado por una fuerza que domina las decisiones políticas y gubernamentales del Imperio que cada día se parece más a un tercer mundo recien nacido.

Pero soy una inmigrante de color viviendo en medio de un montón de gente inmigrante y blanca. Tengo amigos "gringos", tengo admiración por algunas personalidades "gavachas", tengo amor por una niña y un niño "americano", tengo respeto por mis vecinos ancianos que solitariamente viven en sus apartamentos contiguos al mío. Tengo respeto por este pueblo, amor por este pueblo sembrado de muchos colores y gobernado por el interés y poder del que  tiene ausencia de color aunque su presidente sea negro.

LLego al café y Joaquin, el oaxaqueño que tiene dos familia -sra e hijos en Oaxaca y concubina y niña en L.A. y venera a la Virgen de Guadalupe- me sirve el café. Joe, mi vecino con gran sobrepeso y adicción a la computadora me saluda y me pregunta si me enteré de lo sucedido en Colorado. No sé de que me habla. Yo vengo bajo el influjo de una película filmada enteramente en una ciudad latina, con una historia de amor entre de dos jóvenes hijas de inmigrantes latinos, de clase social trabajadora, vengo llena de admiración por que gracias a vivir donde vivo he aprendido de la lucha despiadada por hacer cine en Hollywood siendo chicano o inmigrante latino.

Miro el televisor Abc 7 y el presidente de los Estados Unidos de América, hombre, esposo y padre de color, aparece en pantalla dando un discurso a su pueblo.

http://youtu.be/chTp1QozUDs

Algunos miembros de mi familia y algunos buenos amigos,  han jurado no pisar este país por lo tanto jamás volverán a verme si es que yo no pongo un pie en el país donde nací. Algunos ex colegas me han retirado la palabra por conciderarme una traidora a las ideas de justicia que ellos magistralmente tampoco ponen en práctica debido a que son tan racistas y tan xenófobos como los "gringos" "blancos" que odian.

El punto es, amo este pueblo donde vivo porque amo su gente y al pueblo lo conforma la gente que habita, que sufre, que padece, que disfruta, que lucha, que piensa, o que no piensa pero sienten tanto e igual que el resto del mundo. Y este pueblo es tan colorido como ningun pueblo de los que he conocido. Me duele su dolor tanto como me duele el dolor de otros pueblos invadidos por decisión de gobiernos de este pueblo.

He escuchado la estúpida alegría de quienes carente de empatía por el ser humano celebran los ataques de las torres gemelas, los ataques como los de hoy en Colorado. Las penurias de los Estados Unidos de América son motivo de alegría y felicidad para una bola de ignorantes tan soberbios y asesinos como la figura que critican. La pobreza espiritual y mental de quien se monta en un discurso de odio tanto de un lado como del otro.

Este país dos por tres nos sorprende con masacres o guerras. Esta país tiene heridas que no se exportan, soldados por obligación que disparan sobre sus sienes por no soportar la locura de lo que han vivido en Irak, en Afganistan, en Vietnam. Esta país tiene niños que sonríe cada día sin distinguir el color de la piel de sus niñeras, y crecen y se hacen grandes y jamás olvidan a quienes le dió amor. Pero este país tiene una minoria que maneja los hilos del poder y hace enojar a su pueblo, lo lastima, lo frustra, lo envenena con una educación social de años y años donde el ser humano es descartable. Donde el dominio y la invasión son el camino para la paz del mundo, donde las armas se entregan sin permiso de portarlas, donde la furia acumulada por la represión, por la negación, por la invisibilidad, sostiene un aparato que un día explota y mata inocentes.

No, en Estados Unidos de América no sólo viven los blancos con poder. No sólo circulan limusinas por lujosos bulevares, no sólo hay caritas lindas como Brad o Angelina. No todos se creen dueños del mundo, no todos son locos con metralletas que entran a un cine y matan a un montón de personas. En este pedazo de América el enojo de años y años colma la paciencia y explota en mil maneras. Y explota por dentro. Y sale a la calle y mata niños de 3 meses. Ese niño que yo alimento en mis brazos cada día, que le enseño a decir AJO en español, y le leo cuentos es parte de este pueblo, y este niño un día puede ser obligado a ir a otro país y matar inocentes bajo el nombre de la paz del mundo, este niño puede convertirse en un demente que acribille o ponga bombas en un cine. Y el es pueblo de América. Y no quiero llorarlo ni de bebe ni de grande ni aceptaré jamás que una bola de idiotas se alegren de sus desgracias solo por tener ojos celeste, pelo rubio y nacer en familia "blanca" en el mal llamado Imperio del mundo.

God Bless TODA MI América!

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