domingo, 13 de septiembre de 2009

Feliz Día de la Independencia Mexicana.

Mi amor por México a esta altura es incuestionable.
Amo a México desde que era niña y sin saber por qué.
Nadie en mi familia habló jamás sobre otro país que no fuese el nuestro, nadie tomó un avión y cruzó hacia el otro lado del mundo. Nadie en casa escuchaba a José Alfredo, hablaba sobre María Félix o Pedro Infante.

Sin embargo existía la matinee de los domingos.
Desde mis siete años mi madre tenía la costumbre de "depositarme" en el cine del pueblo a las dos de la tarde de cada domingo con una bolsita llena de galletitas, caramelos y refrescos. A las ocho de la noche regresaban por mi.

La pantalla gigante era una ventana al mundo y la sala con sillones rojos un refugio. Mientras los niños se tiraban cáscara de manies, saltaban por los respaldo y hacian sus primeros juegos de "noviecitos", yo no desprendía mis ojos de la magica proyección de luz.

Entonces aparecieron las primeras imágenes de la Huasteca mexicana, las primeras canciones con mariachi, los cactus, el desierto, las mujeres hermosas, los ojos negros grandes, los indiecitos con guaraches, los apuestos bigotudos con sombreros raros, los revolucionarios a caballo robando el corazón de las mujeres bellas y el amor por esa tierra absolutamente desconocida y lejanda se fue instalando en mi corazón infantil.

México enganchó mi alma sin pedir permiso y sin tener razón.


Fui creciendo. Siguió el cine, siguieron las canciones, llegó la literatura.Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sor Inés de la Cruz...y al final un chicano llamado Castaneda que envolvió con sus palabras de brujos yaquis, nopales, mezcalito, yerba buena, sonora, desierto.

En mi carrerera sobre Geografía mi trabajo final fué: el desierto de Altar en Sonora.
Aprendí de la geografía norteña más que muchos mexicanos viviendo en México. Mi sueño: llegar hasta el Pinacate, ver el mar de Cortéz con mis propios ojos, visitar Oregón, charlar con yaquis ancianos, pasar días en San Luis Rio Colorado, morirme bajo el calor del desierto sonorense, conquistar un verdadero amor norteño así como aquellos revolucionarios bigotudes lo habían hecho.

Llegó el amor y no fué Sonora pero fue Nuevo León. Y no fué el desierto pero fué el calor infernal de las noches de verano en Monterrey, el cabrito, las carnes asadas, el barrio Antiguo, el Cerro de la Silla, la música, la Macro Plaza, el T.E.C., los Tigres, el Paseo Santa Lucía, la calle Diego Montemayor, el parque Fundidora, La Pastora, el Río sin agua, el Café Brasil, la Iguana, el Obispado.


En el cine el zorro andaba por la Huasteca arrastrando al sargento garcía y cruzando la frontera el paisaje era casi igual: Los Angeles, la segunda capital de México. Y ahí fuí yo detrás de las lucesitas de neón y las faldas ajenas.

Hoy vivo en el este, para los viven en Latinoamerica les cuento: le llaman E.L.A.
La parte estimagtizada de L.A. La que para llegar hay que cruzar los puentes que dividen con mucha precisión el mundo blanco del mundo latino, el mundo rico del mundo pobre, el mundo del show con el mundo de la realidad que no muestran en televisión argentina.

Vivo por opción y no por marginación.
Vivo porque cuando abro la puerta de casa siento el mismo olor que sentía en la colonia Guadalupe de Monterrey. Porque cuando subo a un autobús escucho el acento norteño, chilango, oaxaqueño, sinaloense, porque en cada cuadra hay un taquero del cual sigo preguntandome como mierda cortan tan rápido la cebolla y el cilantro sin cortarse un dedo.

Y no todo es perfecto, y no todo me deslumbra. Porque el Este también tiene sus debilidades como la tiene cualquier grupo humano.
Pero si he de elejir ya sé donde quiero estar.


México cumple años de su independencia y para los mexicanos es la fecha más importante de su calendario nacional.
Los Angeles (segunda capital de México) pegará su grito aunque no tenga Zócalo.
E.L.A., México profundo, más que cualquier otro día se viste de tricolor: verde, blanco y rojo.


No tengo una sola gota de sangre mexicana, menos indígena mixteca, azteca, maya, chichimeca etc, no tengo nada que ver con nada, más que agradecimiento y amor.

No me canso de decir: México me enseñó a reir con ganas.
A vibrar por las cosas sencillas, a ser humilde, a bajarme del caballo, a aceptar, a ser mejor persona.

Y por todo esto y más mi humilde homenaje en estas fechas.

¡Feliz día de la independecia mi México lindo y querido!

2 comentarios:

Maria Rosa dijo...

Gracias por amar tanto mi tierra

sentí tus palabras muy cercanas...

vivo en Sonora, soy del Desierto de Altar... y tengo algunos familiares en los Ángeles...

Saludos :)

Natalia Astuácas dijo...

Vikinga feliz día de la independencia ja ja ja ya que vos sos de aquí y de allá sin llevar una u otra bandera.

En mi país y en este donde estoy también se celebra la independencia :)

Luego sigo leyendo los textos que escribiste en la revista, te lo prometo. Palabra de girl scout :) je je

Un abrazote, saludos a Theo, cuidate mucho.