viernes, 30 de abril de 2010

Soñar no cuesta nada.

 Teniendo en cuenta que en Los Ángeles depender del transporte público es un atentado contra sí mismo siendo una de las tantas con inclinaciones suicida cuento solo con una herramienta para  no autoeliminarme de raíz: la imaginación.

Durante las dos horas de ida y las dos  de vuelta que me consumen de las 24 horas diarias  parte de mi salud mental (y física) en ese recorrido que se llama "ir al trabajo"  ayer decidí filtrar los pensamientos y quedarme con éste:

"¿Qué haría si ganara un billete de lotería con 20 millones de premio?"

Primero me dije: "negociaría con mi mejor amiga para que cobrara el premio".  Ciertos habitantes del terriotorio "americano" tenemos el derecho de comprar un billete de loteria más no a cobrarlo. La negociación sería: ¨"vos  cobrás y te quedas con 5 millones después de pagar los impuestos el resto es mío". Habría que ver si mi amiga es tan amiga que no me reclama 10 en lugar de 5.

En algunas situaciones la "amistad" se esfuma y el "imperio" es tierra fértil para que un amigo se convierta en enemigo tras el atractivo billete verde.



Segundo, pediría que se guardara el anonimato de quien ganó la lotería porque ya me imagino hasta al Hermano Miguel (vendedor de tamales en el cual me inspiré para un viejo post) saldría a buscarme para pedirme una contribución para su Iglesia o para los niños pobres de Tijuana.

Luego abriría una cuenta en algún banco uruguayo, claro está después de averiguar si el secreto bancario sigue existiendo y que tanto interés me darían mis millones. Si sigue siendo como antes de que tomara el vuelo Pluna Varig, a ojos ciegos los deposito por aquellos lares del sur.

A continuación publicar un aviso clasificado: "se contrata ciudadano gringo soltero gay sin familia que desee recibir 10 mil dólares de pago por contraer nupcias en Las Vegas". Después me caso.Pasado cinco años me divorcio. Obtenida mi nueva ciudadanía hago el cambio de nombre a Vico Jacksonville.

Divorciada del energúmeno gringo, viajo a Valizas y me compro el mejor rancho lejos del agua debido a que no voy a gastar un centavo en uno que sea comida para el Oceáno Atlántico. Después paso por Montevideo. Le regalo unos dólares a mi ex pareja que tuvo la paciencia de aguantarme cinco años de su vida, compro un apartamento en Ciudad Vieja. Uno de un dormitorio, porque no deseo huéspedes en mi casa. Lo rento y dejo a mi amigo el José de administrador de las dos propiedades.

De mis aposentos en East L.A. compro un lindo loft en Down Town. A pesar de los millones sigo apostando a los lugares pequeños y urbanos. Nada de montaña ni de mar ni de muchas habitaciones que se me llenaría de huéspedes el rancho. Tampoco desviarme tanto del camino de los tacos, cemitas poblanas, moles La Tía, y todas esas especialidades, bares de mala muerte y changarros mexicanos. El dinero lamentablemente no me cambia el gusto.

A esta altura del sueño con ojos abiertos ya había transcurrido una hora de viaje y me percaté que entre tanta compra de propiedades aquí y allá olvidé a mi Theo. Así qué ¿cómo sería la vida de Theo como millonario?

En primer lugar un buen seguro médico, éxamenes por doquier para asegurar la buena salud de mi gato. Pasaría a vivir como gato gringo del oeste americano. Comida orgánica, peluquería y spa. Adoptaría un hermanito o hermanita para que pueda entretenerse cuando no estoy. Una cuenta de banco para asegurar su cómoda vida en caso de que su mamá se vaya antes que el.

Después pensé que un testamento sería necesario, así qué. debido al tráfico demencial que agregó 20 minutos más al viaje repasé mentalmente a mis futuros herederos:

. Theo
. Manuel, un sobrino nieto que tengo por allá en el sur.
. Mi ex pareja de cinco años, en compensación por haberme soportado tanto tiempo.
. Y un par de amigos que me ayudaron en las verdaderamente malas épocas.

Hechas las compras de propiedades, acciones y demás me hice una clásica pregunta, de qué voy a vivir si invierto tanto en propiedades teniendo en cuenta que los impuestos son muy elevados. Bien, voy a vivir de escribir mis libros sobre como se puede cambiar la vida, pasar de pobre a millonaria, el dinero que me dejarán la renta de mis propiedades, la inversión en la bolsa de valores y los intereses bancarios en Uruguay.

Mi vida seguirá siendo muy parecida a la que vida que llevo con algunos cambios, claro está. No tomaré bus porque tendré mi BMW Z4. Viajaré a Nueva York una vez al año, recorreré América Latina de punta a punta. Y algunas visitas a países como Holanda, Suecia, Francia, Bélgica, España e Irlanda.

Entre tanto pensamiento, se me pasó el tiempo y se me hizo más corto el viaje hasta el Este.
Cuando bajé del 378, un helicóptero de la policía de L.A. volaba bajito iluminando un área por donde se encontraba mi cabeza. Inmediatamente tres patrulleros detuvieron a un auto y bajaron a unos pelados de calcetas blancas practicamente a las patadas.

Pensé en comprar pronto el billete de lotería.

Mientras seguí caminando tranquila hasta la "lunchera" estacionada en la avenida principal y pasé por entre medio de unos borrachos vagabundos  que me pidieron 50 centavos para comprarse un taco.  Devoré mis tacos al pastor  con la mente puesta en el número ganador y pregunté a la taquera: "¿no sabe que número saldrá en la lotto de fin de año?"
"Si lo supiera no se lo diría..."

Con ese final volví a tierra.

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