viernes, 9 de abril de 2010

Querida Elena:



Me ha dado gusto saber de vos quizá por eso te escribo. Bueno no sé, tal vez te escribo para hacerte una pregunta no más.

El internet tiene esa magia de poder convertir los deseos en realidad en milésimas de segundo. Y cuando pensé en vos el otro día mientras Al Gore daba su discurso sobre el calentamiento global, me dije, esta noche la "googleo".

No pienses en una asociación de ideas erróneas. El incremento de la temperatura atmosférica nada tiene que ver con el recuerdo de tu calentamiento hormonal conmigo hace ocho años atrás. Espero me entiendas. Eso de la educación, la destrucción del planeta y las políticas de gobierno siempre fueron tu fuerte. Y bueno de ahí mi interés por saber de vos.



Cuando la izquierda asumió el poder en el paísito, me dije: “ y que sería de la pobrecita Elena...¡tan Batllista que era ella!” “¿Dónde habrá quedado su lugarsito en el gobierno y aquella larga trayectoria política tras el puesto en el Ministerio?”
 
Cierto que tenías varios títulos en educación, y un amante académico. De última, a las mujeres de tu estilo, siempre terminan salvándolas los títulos o los amantes. Por eso, cuando en Google puse tu nombre, inmediatamente salió tu nuevo cargo: Directora General del Instituto Fulano del Tal, que el nombre ni viene al caso mencionarlo.

Encontré una foto diminuta de tu rostro y pensé que los años no pasan en vano. Seguís conservando tu gallarda esbeltez, y tu nariz descendiente de eslavos. Pero las arrugas no mienten el cansancio. Debe ser cansado lidiar con tantos hombres, porque en política Elena, el jefe siempre es macho. Y en educación, mujeres con cabeza de macho. Que no sé si es lo mismo o peor.

Y bueno o te casabas con ellos o le hacías la guerra. Y preferiste lo primero. ¡Cuatro matrimonios y cuatro divorcios! Digamos que seguías los pasos de la Liz Taylor.

Y ojos no te faltaban. Los tenés igualito a ella, azul violeta, o celeste cielo depende del día o la luz. ¡Cómo me engatusaron tus ojos! Después de nuestra historia, pucha...¡ como odié los ojos celeste! Me quedó una cosa así, ¿cómo decirte? Cómo decir, ojos celeste igual a ojos mentirosos. 

Diga que después se me pasó la cosa, y todo se lo debo a mi gato mexicano, que salió con ojos celeste y es lo más fiel que hay en el planeta. Pero igual, las mujeres de ojos celeste siguen sin darme confianza. Es cómo un trauma que me quedó de vos. ¿Entendés?

Elena, lo reconozco, seguís siendo atractiva pero más vieja. No sé si de físico o de alma. Creo que de las dos. ¿Igual te parece que pudieras bailarme “Amor a la mexicana”? ¡mirá que te viste ridícula Elena! ¡La futura ministra de educación bailándome a mí al mejor estilo Talía! 

Sí ya sé que me dijiste mil veces al oído: “Sólo soy una mujer, una mujer con ganas”. Pero Elena, ¡¿a quién se le ocurre que vos siendo mi jefa, la madre de mi amiga, la dueña del apartamento que rentaba, la postulante a un cargo tan alto, la mujer perfecta, señora educada de tapado de piel, con auto y chófer, con varios libros escritos en su haber y un cargo en la UNESCO se iba a meter en mi cuarto a bailarme Talía?!

¡Por Dios Elena que eso no era real! 

Discúlpame el error, ¡pero no podía creerme la historia! Yo no quise ofenderte, menos decir que no me gustabas. Que en verdad estabas bien buena, y las hormonas bien me las alteraste. Pero cuando te tenía ahí sobre mi cama, y miraba tus senos desnudos y me pedías que te hiciera mía, no podía sacarme de la cabeza la frase que me enseñó mi viejo: “nena, no te olvidés nunca, dónde se come no se caga...” 

Y perdóname Elena, no es que no me gustaras ni que fueras más vieja que yo, es que aprendí que los asuntos de negocios no se mezclan con el placer.

Igual salí perdiendo, ya sé. Las señoras con poder siempre obtienen sus caprichos.

No me olvido  cuando mandaste aquella vieja de la inmobiliaria a pedirme que entregara las llaves del apartamento habiéndote pagado la renta a punto. Tampoco olvido que pediste mi traslado inmediato a otra institución y que lograste que tu hija terminara su amistad conmigo. Pero lo que menos olvido Elena, es cuando diste la orden de que me echaran del piso quinto del ministerio cómo si fuera una delincuente.

A mí me quedó siempre la duda Elena, y he aquí mi pregunta: ¿tu reacción de entonces fue la revancha por no haberte hecho el amor cuando estabas desnuda en mi cama o por que te dolió saber que encontré un auténtico “Amor a la Mexicana”?

4 comentarios:

Vade Retro dijo...

Hay personas que no saben perder, que no aceptan un no por respuesta. Injusticias al por mayor, pero al final sigo creyendo que en algún punto todos caen por su propio peso.

Anonima Veneciana dijo...

Ja.ja.ja.ja.ja. Me encantó. De cualquier manera……………había un interés en saber de ella………. Más allá del calentamiento global.
Cariños y cuidemos el planeta como diría tu amiga….
Vene

vico dijo...

Vade Retro, cierto. Sobre todo aquellas personas que lo tienen todo...poder, dinero, éxito social. En fin!

Vene, y sí...a veces a uno le atacan los recuerdos, las historias se te vienen a la cabeza y quisieras saber que habrá sido de la vida de...

Saludos!

Daus dijo...

En horabuena paso por aqui.. admito leer pero no comentar por tiempo... no explicare aquello...

Definitivamente hay seres humanos. que de humano no tienen nada...

Saludos