jueves, 22 de abril de 2010

Tu muerte.

Conocí la muerte cuando tenía siete años, la escuché caer de golpe casi al mediodía en la cocina de mi casa mientras sentada en la mesa del comedor terminaba mi tarea de gramática. Empezó con un grito, agudo, fuerte, seco. Continuo con el cuerpo de mi madre tirado sobre el piso de baldosas color vainilla. Su rostro de frente, tieso, paralizado y frío. Sus lentes redonditos de lado sobre su costado izquierdo.

La muerte no me espantó lo que me espantó fue la ausencia de ella.

El preguntar dónde carajos se había ido  después de trece  días en que la ambulacia  llevara su cuerpo lejos de la cocina de casa y el no tener respuesta. La falta de ravioles caseros en mi plato de los domingos, el silencio de Mercedes Sosa en la radio, la desaparición de mi cuento por las noches, la carencia de una palabra cariñosa o un mimo sobre mi pelo.

El llanto de mi padre vestido de negro y los domingos de idas al cementario lo ocupaban todo.
De lo demás, de las cosas de mi madre, nada quedaba.

Odiaba el olor a muerto, el olor a pinos, el amarillo de los crisantemos y el agua podrida en los botellones de vidrio verde. Odiaba a los niños con madres, a la ropa limpia recien lavada tendida al sol, al ruido de las ollas ajenas, a la sonrisa maternal de las maestras, a las sonrisas suprimidas en la sala de mi casa.

Todo terminado,  acabado,  destruído, la muerte se convirtió en ladrona de  mi niñez.
 Hasta que aprendí a matar.

Y crecí siendo la asesina de mis propios muertos. Aprendí a estrangular un sentimiento, a estrujarlo hasta exalar el último de sus suspiros. A quedar impávida, fría y sin miedo al dolor emocional.  La muerte no me daba miedo, me atraía tener el poder de matar pero me aterraba la ausencia que proseguía a la muerte.

La muerte sigue sin darme miedo pero me aterra tu ausencia en mi pensamiento.

Esa calma fría comparada a la nada.
El helado silencio de un mensaje no respondido.
El recuerdo de una imagen feliz, asesinada.
La llamada que nunca se responderá.

¡Hay tantas maneras de matar!
¡Hay tantas maneras de morir!



2 comentarios:

Anonima Veneciana dijo...

Me dejaste sin palabras Vico. Que a los 7 años vivieras la muerte de tu madre y sientas que te robaron los domingos sin ravioles ,los mimos en tu pelo, los cuentos por la noche, no se puede explicar. Yo que siempre digo que lo único claro que tenemos es que vamos a morir pero que no nos educan para eso, creo que en realidad es que no estamos preparados para el abandono………….. y eso me hace sentir tu relato. Estoy conmovida hasta las lágrimas porque me has hecho cuestionar muchas cosas. El miedo al abandono,……………. el no escuchar esa voz, el no poder volver a ver esa mirada, El matar algo dentro tuyo para soportar las otras muertes…………..” Ser la asesina de tus propios muertos “
Gracias Vico por compartir este relato que me emocionó hasta las lágrimas, me dejó un aprendizaje y como siempre, dejas tu alma en cada paso.
Gracias ¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Vene

vico dijo...

Gracias Vene.