martes, 23 de febrero de 2010

De por qué soy quien soy.

A mi familia biológica siempre le tiró la sangre real. Por eso heredé el nombre de mi bisabuela y de mi abuela Victoria. Mi madre se jactaba que mi tía solterona llamada Isabel, había tenido una grandiosa historia de amor con un príncipe de Bélgica llamado Federico, mientras que mi padre, hacía alardes de la herencia mora aventurera. La cuestión es que soy producto de leyendas e invenciones.




Aquel viaje a Montevideo era el primero de mi historia. Si la memoria no me falla, andaba yo por los cuatro años y recuerdo haberme impresionado con unos dinosaurios con cuernos largos colgados a unos cables que se me antojaban eran telarañas urbanas. A ellos mi mamá dijo, se le llamaban “troles buses”.

Sentí una infinita atracción por aquellas viejas carcachas y el gris del asfalto surcado por herrumbre de varias vías. El primer encuentro con la gran ciudad fue premonitorio. Quedaba instalado el esbozo de lo que sería la pintura de mi vida, el escozor que me produce vivir en un pueblo chico y la atracción desmedida hacia las grandes urbes.

Conocí a mi tía en un apartamentito pequeño de la Joaquín Requena, entre las residencias de Bulevar Artigas en Pocitos. Mi tía vivía con un gato muy bien cuidado y parecía ser la clásica versión de la reina sin rey ni trono. Aunque mamá insistiera que la tía tenía sangre real en sus venas y había recibido fotos del castillo de su novio Federico en Bélgica, a mí se me cruzaba la vaga idea de que en realidad era una pobre mujer sola que apenas vivía de una pensión del gobierno y muchas fantasías en su cabeza. Lo más cercano a un novio que yo veía era el felino muy bien peinado. Pero a mamá, nada se le discutía y menos se le ganaba discusión alguna. Para eso llevaba aunténtica sangre gallega.

Isabel desayunaba en la cama con el angora blanco a sus pies mientras contaba historias de abolengo familiar.

- Victoria querida, el nombre de tu bisabuela debe llevarse en alto. Ella era una mujer fuerte, blanca, hermosa que heredó el buen gusto de nuestros ancestros europeos. Y tu debes llevar su nombre a la altura de una reina. Porque nuestra familia proviene de la realeza española.

Mientras mi tía seguía el discurso de responsabilidad real que me asignaron por haberme enchufado el nombre de la vieja, yo miraba mis manitos color aceituna y me preguntaba como haría para volverme blanca como mi bisabuela. Cómo sería ser fuerte cada vez que el viejo de la bolsa se me apareciera en la ventana de la sala porque entercada, (lo heredé de mi mamá) resistía a dormir la siesta; cómo prolongaría el buen gusto familiar si yo, odiaba las faldas que supuestamente eran de tan buen gusto y a mí me incomodaban tanto. Y lo peor como le haría para adquirir las buenas costumbres femeninas cuando cada día me gustaba más molestar a las niñas y jugar con los varones.

En aquel momento, quise llamarme Pochola, Anastasia, Ermenegilda pero jamás Victoria. No estaba dispuesta a tomar té a la cinco, usar falditas de colores, ni dejar de jugar al sol para no oscurecer aún más mi piel. Ni a seguir padeciendo el delirium tremen que el té provocaba en la cabeza trastornada de mi tía solterona.

Olvidaba mi tía que en el proceso anterior a mi nombramiento, el óvulo de mi madre fue fecundado por un espermatozoide muy simpático llamado Pepe. Del cual heredé su color de piel y su pelo negro. En la herencia de Pepe en lugar de sangre azul corría sangre de mezcla árabe. Una sangre de bandido moro que lejos estaba de llevar nombre con alcurnia real.

Pepe era hijo de Juan José, un jugador empedernido que apostó a su hija menor en una mesa de poker y perdió la partida. Además de tres mujeres que le dieron doce hijos y un tesoro escondido que nadie ha podido encontrar y que fue enterrado por mi tatarabuelo. El mismo, que a su vez era hijo de un bandido andaluz. El cual según la leyenda contada por mi tía abuela paterna María se apellidaba Bentancor de la Parra y se rajó de Europa escapando a la muerte que unos mafiosos árabes le juraron. En el camino mi tatarabuelo, se enamoró perdidamente de una mexicana de origen real, dejando así en su descendencia del Plata un gusto exacerbado por las descendientes de la familia blanca real en tierras chichimecas.

(historia sin terminar...)

3 comentarios:

Anonima Veneciana dijo...

Ja.ja.ja.ja. Me encantan tus historias. No sé si por las historias en si, o por la manera que tenes de contarlas. Pero voy a decirte algo. Creo que tu tu tía Victoria, de la que heredaste el nombre, era realmente de la realeza. Esa imagen desayunando en la cama, con el gato de angora blanco me parece soñada…………….
Yo soy de las personas que creen que la aristocracia es espiritual y no tiene que ver con títulos ni con dinero………..solo con el espiritu………..y creo que tu tía lo era, como seguramente lo sos vos…………una aristócrata, que convertis en un castillo, cada lugar en el que estás………. Y donde no tiene que ver el dinero , ni los títulos ni todo lo que se puede comprar. Lo único que te puede dar algo es la aristocracia del espiritu que eso no se compra con todo el oro del mundo mi querida Victoria.
Gracias por hacerme conocer sus ancestros, ja.ja.ja.
Cariños porteños
Vene

vico dijo...

Anonima, mi tía llamada Isabel hehe mi bisabuela y abuela llamada Victoria (de las cuales heredé el nombre)...la verdad? yo me llevo muy mal con la realeza y la aristocrácia, es algo viceral. La única cosa que coincido con mi tía es que tengo un gato blanco (angora turco)y siempre he sido (y seré por siempre) soltera. Debo decir que esta historia es real, no tiene nada de ficción. Solo que mi tía no se llamaba Isabel, trato de no usar (referente a otras personas de mi vida) sus nombres reales. Gracias miles por leerme y comentar. Me agrada saber que mis post entretienen, dan curiosidad o en algunos casos, hacen pensar. Saludos a Bs As.

Anonima Veneciana dijo...

Vico. Creo que hay algo que no me entendiste. Yo también me llevo pésimo con la nobleza.ja.ja.ja.ja. Lo que tal vez no logré expresar bien es que vos y seguramente tu tía tienen la aristocracia del espiritu y pueden hacer que un vino tomado en un carromato haga que el otro se sienta que está en un lugar mágico agasajado como nunca en la vida......... No se si logré explicarme.
Cariños
Vene