martes, 24 de noviembre de 2009

Historia del reloj.

Reloj I.

El pueblo era como una siesta de domingo, jamás sucedía nada. Todo era calma, quietud y silencio. El aburrimiento parecía ser la norma, pero no lo era. Cada uno encontraba diversión a su manera. La más aceptada socialmente era ir a misa de ocho de la noche y luego a la discoteca del club social frente a la plaza.

Yo pertenecía a la clase de antisociales que no encontraba diversión ni en una ni en otra opción. Así que me sentaba en el banco de la plaza frente a la Iglesia a tomar vino con tres o cuatros amigos que jugaban a ser artesanos. En realidad, solamente soñábamos con huir de allí. Y que mejor forma de escape que ser diferente al resto.

Teníamos tres cosas en comunes: la rebeldía, la juventud y la libertad. La primera nos había costado cara. La segunda, se nos había dado gratis y la tercera había que conquistarla todos los días. Conjugadas las tres el resultado era: un montón de vagos al pedo. El pueblo no entendía de nuestros sueños, tampoco de nuestras reivindicaciones.

Era un pueblo típico de herencia española, fundado por mal vivientes venidos de Málaga. Así que se nos denominó malagatos, y por deformación quedó como maragatos. Tenía una estación de tren con un roble enfrente, una plaza céntrica y cuatro de barrio, sus calles pobladas de árboles daban un olor característico y una alergia a los ojos en otoño que detestaba con toda el alma. El asfalto por ese entonces era escaso, así que la mayoría de sus calles eran a pura tierra y sin saneamiento. Pero el pueblo tenía un gran orgullo llamado Iglesia. Y la Iglesia dos torres que se veían de cualquier parte de las rutas circundantes.

Era conmovedor para un “mal a gato” perdón, maragato, venir desde la capital y ver cuando aparecía entre las cuchillas de la ruta 3 las torres erguidas y terminadas en punta. Pero lo más sobresaliente del orgullo no era la Iglesia ni las torres, sino el reloj.
Un reloj inmenso, potente, artístico puesto allí por la fuerza de muchos hombres exactamente en la torre izquierda de la catedral. Este reloj tenía una historia que nunca supimos si fue inventada o fue real.

Cuando la importancia de un pueblo no pasa por grandes acontecimientos como una batalla o la fundación de un puerto, las leyendas aparecen de la nada; nacen de la imaginación como una pequeña semillita anónima, luego se trasmite en forma oral, crecen y vuelan de generación en generación hasta convertirse en historia. Entonces el pueblo, adquiere importancia.

Se decía que aquella joya de la artesanía del tic-tac había sido enviado desde algún lugar de Europa rumbo a la capital de Costa Rica, y por una confusión lo dejaron en otro pueblo que llevaba el mismo nombre, o sea en mi pueblo. Cuando llegó allí, los primeros pobladores que no tenían hábito de ser muy honestos, decidieron quedárselo. El orgullo de haberlo retenido y haber luchado contra las autoridades costarricense que reclamaban su reloj, convirtió a los “mal a gatos” en valientes, aguerridos y luchadores por lo que querían, aunque no fuese de su propiedad.

He aquí, que el reloj a parte de ser bello, tocaba las campanas a cada hora.
Una....una campanada
Dos...dos campanadas
Tres...tres campanadas
Cuando eran las doce, era una fiesta escuchar desde el campo las campanas de la Iglesia. Parecía que todos los días al mediodía y a la medianoche se movía el cielo.


Yo había nacido en aquel lugar, al igual que mis amigos, por lo tanto el reloj era parte de nuestra cotidianidad y de alguna manera nos marcaba el alma. Cada uno de nosotros al crecer, dejó el pueblo y tomó otros rumbos. Uno se fue a Brasil y se convirtió en pescador en Bahía de Todos los Santos, el otro civilizadamente se casó tuvo hijos y se hizo cajero de un banco extranjero en la capital, el Rosamel se hizo artesano de verdad y se fue a trabajar huesos al amazonas; yo, seguí siendo “rara” y me enamoré de una mujer casada que vivía muy lejos del pueblo del reloj.

(Esta es una serie en algún momento vendrá la historia del reloj II)

4 comentarios:

Ada dijo...

Hola, tengo que confesarte que soy algo novatilla en esto de los blogs, he estado mirando por ahi y tengo que decirte que me ha llamado muchisimo la atencion tu blog De pelicula, porque ademas de que me encanta el cine, me encanta (al igual que a ti) Julia Robert. De paso le he echado un vistazo (algo mas rapido) a este y tengo que decirte que me ha gustado. Por cierto, en el otro blog no puedo comentar no?

vico dijo...

Hola Ada, gracias por tu comentario. Pues tenía la opción de comentarios y la quité ni sé bien por qué. Pero voy habilitarla. En verdad no pensé que le interesara a alguien ese blog pero parece que si :) soy fanática de Julia Robert y soy adicta a mirar DVD...ahí voy subiendo parte de lo que veo y me emociona.

No soy crítica de cine ni puedo decir que película es buena o mala. Solo lo que me gusta o no me gusta.

Este en cambio es un blog personal. Donde subo mis vivencias, mis historias y también poemas o intentos de relatos.

Gracias por estar aquí.

fabi dijo...

ay ese reloj.... si me habran agarrado sus campanadas cruzando la plaza o haciendo mil cosas, gracias por recordarmelo, besos miles.

vico dijo...

Faby, muy significativo en la vida del pueblo ese reloj. Un abrazo.